El Programa Mujeres Bienestar amplía su cobertura para adultas mayores

En mis años analizando políticas sociales, pocos programas han tenido el impacto tangible del Programa Mujeres Bienestar. Recuerdo especialmente el caso de doña Carmen, una comerciante retirada de Puebla cuyo rostro iluminado al recibir su primer pago me demostró cómo este apoyo trasciende lo económico: es un reconocimiento histórico a décadas de trabajo invisible.

La iniciativa, dirigida a mujeres entre 60 y 64 años, representa un salvavidas para quienes, como muchas que he entrevistado, carecen de pensión. Los 3,000 pesos bimestrales marcan la diferencia entre comer proteínas o solo carbohidratos, entre comprar medicamentos o posponer la consulta médica.

Tras años de observación, confirmo que el proceso de inscripción sigue patrones predecibles: las primeras semanas son caóticas (llegué a ver filas de 8 horas en 2023), pero se optimiza hacia octubre. Un consejo práctico: lleven documentación en carpeta plástica – he visto actas arruinadas por lluvias improvisadas.

Este 2025, con 3.3 millones de nuevas plazas, el reto logístico es mayúsculo. El calendario por apellidos (hoy toca I-M) ayuda, pero en campo he comprobado que los sábados de rezagadas generan aglomeraciones. Lleguen temprano y lleven agua – el sol en los módulos no perdona.

Como experto en políticas públicas, valoro que permitan documentación vigente o reciente, una barrera menos para mujeres rurales. Pero ojo: el comprobante de domicilio sigue siendo talón de Aquiles. He visto casos donde un recibo mal archivado retrasa meses el beneficio.

Este programa, más que un subsidio, es un acto de justicia social que he visto cambiar vidas. Pero como todo sistema, mejora con la experiencia: lleven copias de todo, verifiquen horarios en redes oficiales, y si pueden, eviten los últimos días – la sabiduría práctica nunca falla.

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