El protocolo funciona impecablemente tras el enésimo desastre anunciado

En un despliegue de eficacia tan sorprendente como habitual, el magnánimo Instituto Mexicano del Seguro Social ha activado su prodigioso protocolo de emergencia para la recepción de ciudadanos carbonizados. El insigne director Zoé Robledo, desde su trinchera digital en la red social X, anunció al mundo que la maquinaria hospitalaria se pone en marcha… precisamente cuando ya ha volado por los aires media colonia.

Con celo burocrático digno de mejor causa, las estadísticas ya comienzan a florecer: una docena de almas convenientemente numeradas y clasificadas según el grado de su cocción, desde el bien asado hasta el carbonizado premium. Mientras, en el Hospital de Traumatología de Magdalena de las Salinas, los funcionarios se frotan las manos esperando la llegada de pacientes de mayor gravedad, esos que realmente permiten justificar el presupuesto y sacar pecho institucional.

No cabe duda de que el verdadero milagro mexicano es la capacidad para transformar la tragedia en comunicado de prensa, la negligencia en protocolo y las víctimas en cifras que adornarán el próximo informe anual. La Unidad Médica de Alta Especialidad recibe con los brazos abiertos a los afectados, demostrando una vez más que en este país siempre hay camillas disponibles… para cuando ya es demasiado tarde.

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