El puente de Monterrey que se oxida mientras cobran peaje

En un alarde de eficiencia gubernamental que haría llorar de emoción a Jonathan Swift, el majestuoso puente que conecta la Autopista al Aeropuerto de Monterrey con la vía a Cadereyta se está convirtiendo, ante los atónitos ojos de los contribuyentes, en una escultura abstracta de óxido contemporáneo. Las autoridades, en su infinita sabiduría, han decidido que el mantenimiento estructural es un concepto burgués, prefiriendo en su lugar la escuela del “dejar pudrir” como filosofía de gestión pública.

Los expertos consultados -esos aguafiestas que insisten en cosas triviales como “seguridad vial”- señalan con preocupación que las piezas de acero del viaducto parecen estar participando en una carrera acelerada hacia la desintegración molecular. “Es como si el puente estuviera haciendo huelga”, comentó un ingeniero mientras contemplaba cómo los escurrimientos de agua dibujan patrones abstractos que harían palidecer a Jackson Pollock.

Lo más irónico es que este monumento al deterioro controlado sigue generando jugosos ingresos, cobrando religiosamente 60 pesos por vehículo a los incautos conductores que, sin saberlo, participan en un juego de ruleta rusa estructural. Mientras tanto, el gobierno estatal gasta 406 millones en plantar árboles y pintar rayas en el asfalto, porque claramente lo que preocupa a los usuarios no es si el puente se derrumbará, sino si tendrán sombra mientras cae.

Bajo el viaducto, como metáfora perfecta del abandono institucional, yace un tiradero de basura y durmientes de ferrocarril que completan el cuadro: un homenaje al “aquí se hizo lo que se pudo” que caracteriza a tantas obras públicas. Las grietas que se forman son, sin duda, sonrisas sardónicas del destino, burlándose de quienes creyeron que pagar peaje garantizaba infraestructura segura.

Así, mientras las autoridades debaten si el óxido es un problema o simplemente un acabado vintage, los ciudadanos pueden consolarse pensando que cuando el puente finalmente colapse, al menos tendrán una bonita vista de los árboles recién plantados durante su caída libre.