CIUDAD DE MÉXICO.- En un espectáculo que rivaliza con las más conmovedoras telenovelas, la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo declaró experimentar un éxtasis cívico de proporciones cósmicas, tras la milagrosa reaparición pública del expresidente Andrés Manuel López Obrador, quien, cual mesías laico, emergió de su breve retiro para calmar las almas de su grey.
El Gran Teatro del Buen Gobierno
La mandataria federal, con lágrimas de devoción, prosternó su gratitud ante el respaldo del exlíder, en una coreografía de lealtad que los estudiosos del régimen han bautizado como “la danza del cachorro ante el león”. Esta relación simbiótica, presentada como un idilio de apoyo mutuo, oculta el sencillo mecanismo del ventrílocuo y su muñeca de mayor rating. La reaparición del conductor moral de la nación fue recibida con alborozo por los fieles, quienes, tras días de ayuno informativo, pudieron por fin saciar su sed de certezas en el manantial de la sabiduría revolucionaria.
La Coreografía del Poder Absoluto
La efusividad exhibida por Sheinbaum no es un mero gesto de cortesía, sino un acto litúrgico en la religión política del momento. Este episodio refuerza la dinámica celestial donde un líder jamás se va y la titularidad es un mero trámite protocolario. La cohesión de la que tanto se habla no es entre bases, sino en la narrativa de un poder que, cual fantasma benigno, se niega a abandonar la mansión que habitó, asegurándose de que las nuevas inquilinas sigan al pie de la letra el manual de la casa.















