El ritual de la audiencia en el palacio del poder

En el sagrado recinto del Palacio Nacional, donde los destinos de la nación se tejen entre muros de tezontle, se celebró una de esas audiencias que los cronistas de la corte describen con meticulosa precisión, detallando horarios y rutas de acceso como si se narrara el ritual de un misterioso culto. La Suma Sacerdotisa del Proyecto Nacional, Claudia Sheinbaum, concedió una audiencia matutina a Adán Augusto López, el Gran Coordinador de la Cámara Alta de la Secta Morenista.

El ceremonial fue tan transparente como el humo. El ilustre visitante, a bordo de su carruaje blindado, hizo su entrada triunfal por el acceso de los sirvientes, el estacionamiento, cerca de la hora décima. Tras un encierro de aproximadamente noventa minutos en las catacumbas del poder, el dignatario abandonó el recinto por el mismo portal discreto, emulando a un fantasma que se desvanece antes de que el sol alcance su cenit. No profirió palabra alguna para la plebe informativa; su silencio fue más elocuente que cualquier discurso de tres horas.

Lo más hilarante de esta tragicomia es que estos conciliábulos, que otrora eran un rito semanal tan predecible como el paso de un cometa, han sido suspendidos indefinidamente. La causa, según los bardos que cantan estas gestas, es un asunto tan delicado como una cédula criminal bautizada con el nombre de una máquina de limpieza urbana. ¡Qué sublime metáfora! Mientras el Coordinador de la Cámara Alta evita los reflectores, su homólogo de la Cámara Baja, el siempre presente Ricardo Monreal, continúa con sus audiencias, demostrando que en el reino de la Cuarta Transformación, la lealtad es un bien que se cotiza en la bolsa de la conveniencia.

No se alarmen, ciudadanos. Esta reunión, nos aseguran los augures, fue simplemente para planificar la gran fiesta conmemorativa de los siete años del advenimiento de la Transformación. Porque en la nueva política, lo que realmente importa no son las agendas legislativas o los asuntos de estado, sino la organización de festejos que celebren la mera existencia del propio régimen. Un recordatorio de que, en el circo político moderno, el pan y el espectáculo se sirven en dosis calculadas desde las alturas del palacio.

RELACIONADOS

Ultimas Publicadas

Matamoros

¿QUÉ PASO AYER?

ANUNCIATE CON NOSOTROS

Scroll al inicio