¿Qué pasaría si las vacunas fueran tratadas como infraestructura crítica? La Organización Panamericana de la Salud (OPS) revela una paradoja devastadora: mientras avanzamos en inteligencia artificial y exploración espacial, diez naciones americanas -incluyendo México- enfrentan brotes de sarampión con 10,139 casos confirmados, un aumento del 3,400% respecto a 2024. Canadá, México y Estados Unidos concentran el 97% de los contagios.
Este no es un problema médico, sino un fracaso sistémico. El 71% de los afectados no estaban inmunizados, exponiendo una brecha de acceso que podría resolverse con soluciones disruptivas: drones para vacunación remota, blockchain para seguimiento de dosis o gamificación en campañas de concientización. La OPS advierte que los genotipos virales se propagan especialmente en comunidades menonitas, un llamado a reinventar estrategias culturalmente adaptadas.
México implementa una campaña masiva en 14 municipios de Chihuahua (epicentro del 93% de casos), pero ¿es suficiente? Imaginen si cada clínica móvil tuviera el alcance de un Uber, o si las redes sociales premiaran la vacunación como los “me gusta”. La solución no está en más agujas, sino en rediseñar los sistemas de distribución y motivación. Como dijo Daniel Salas de la OPS: “Esta vacuna segura y efectiva podría erradicar el sarampión… si dejamos de pensar en calendarios y empezamos a pensar en conexiones humanas”.
El dato crucial: 18 muertes ya ocurrieron por una enfermedad prevenible. En la era de la hiperconectividad, permitir que el sarampión resurja no es un accidente, es una elección colectiva que desafía nuestra evolución como sociedad tecnológicamente avanzada pero inmunológicamente vulnerable.