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El sargazo devora las playas de Quintana Roo mientras fracasan las medidas de contención

La acumulación récord de algas amenaza el paraíso caribeño mientras las soluciones implementadas muestran graves deficiencias.

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Se estima que arriben a las playas mexicanas más de 500 mil toneladas de la macroalga invasora.

Acapulco, Guerrero.- Llevo una década documentando el fenómeno del sargazo en el Caribe mexicano, y nunca había visto un descontrol como el de este año. La estrategia gubernamental, que en su momento pareció prometedora, hoy yace semiparalizada mientras las doradas playas de Quintana Roo se transforman en un marrón pestilente.

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Recuerdo cuando en 2019 se anunció con bombo y platillo la construcción de los buques sargaceros. En teoría, eran la solución perfecta: más económicos que los comerciales y diseñados específicamente para esta labor. Sin embargo, como suele ocurrir en nuestros países, el entusiasmo inicial se diluyó en mantenimiento postergado y combustible inexistente. Hoy, esos mismos barcos que costaron millones duermen en los muelles mientras los hoteleros claman por acción.

Falla estrategia contra el sargazo en Quintana Roo

Las barreras de contención, otro pilar de la estrategia, muestran un patrón que he visto repetirse: funcionan donde hay voluntad política y comunitaria, como en Puerto Morelos, pero fracasan estrepitosamente en zonas como Playa del Carmen, donde los intereses turísticos inmediatos chocan con las soluciones a largo plazo. No es casualidad que los operadores náuticos exijan acceso las 24 horas, incluso sabiendo que debilitan las barreras.

Lo más doloroso es presenciar cómo, en la desesperación, se recurre a prácticas destructivas. He caminado por playas donde tractores han compactado la arena hasta convertirla en una losa, un daño que tardará años en repararse. Como me confesó un viejo pescador en Akumal: “Estamos matando la gallina de los huevos de oro para salvar los huevos de hoy”.

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Los datos de la Universidad del Sur de la Florida son alarmantes: 37.5 millones de toneladas de sargazo navegan hacia nosotros, un 40% más que el récord de 2022. De estas, más de 500 mil toneladas llegarán a nuestras costas. En mis años de estudio, he aprendido que cuando el sargazo se descompone, no solo ahuyenta a los turistas, sino que agota el oxígeno del agua, matando corales y peces.

La solución, como me enseñó un veterano oceanógrafo en Barbados, requiere tres elementos que hoy faltan: coordinación permanente (no solo en temporada alta), inversión sostenida (no solo cuando hay crisis mediática) y, sobre todo, educación para que todos -desde el empresario hasta el turista- entiendan que sin playas vivas, no hay turismo que valga.

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