En un ejercicio de prodigiosa eficacia histórica, la augusta y unánime asamblea del Senado de la República ha resuelto, con la contundencia de sus 92 votos, declarar la guerra a la invisibilidad de 1850. Su arma elegida: un decreto que nombrará al año 2026 en honor a Margarita Maza Parada, una heroína cuyo principal delito fue nacer hace exactamente dos siglos, un lapso de tiempo que la Cámara Alta ha considerado el plazo mínimo razonable para empezar a considerarla.
La senadora Olga Sosa Ruíz, pionera en la arqueología legislativa, explicó con emoción que este acto magnánimo busca “recuperar un legado invisibilizado”. La estrategia es impecable: después de permitir que dicho legado permanezca enterrado bajo capas de olvido institucional durante décadas (mejor dicho, siglos), se lo desentierra con la ceremonia burocrática adecuada, demostrando así un compromiso inquebrantable con las causas ya resueltas por la inexorable marcha del tiempo.
“Su amor al pueblo fue reconocido en el siglo XIX”, proclamó la senadora, revelando la innovadora táctica de honrar a una figura precisamente cuando ya todo el mundo que la conoció ha fallecido. Este “reconocimiento histórico”, como fue definido, sirve como un poderoso recordatorio para el pueblo mexicano: las mujeres participaron en la historia. Una verdad revolucionaria que, sin duda, habría sorprendido a los historiadores, pero que requiere ser ratificada por el órgano legislativo para adquirir su plena validez.
El Senado, en su sabiduría, ha calculado que el bicentenario de un nacimiento es el momento óptimo para actuar. ¿Por qué hacerlo en el centenario? ¿O, quizás, integrar su legado de forma constante en la educación y la cultura nacional? Eso sería una solución pedestre y carente de grandilocuencia. Es mucho más contundente esperar a que la figura se convierta en un mero nombre en los libros de texto para luego lanzar una declaración unánime, un acto de justicia post-mortem que no altera ningún status quo presente, pero que llena admirablemente un comunicado de prensa.
Finalmente, la senadora Sosa Ruíz precisó que recordar a doña Margarita inspira a las mujeres a conquistar espacios. Nada las inspira más, al parecer, que el espectáculo de sus luchas siendo convertidas, doscientos años después, en material para sesiones plenarias donde se vota, por unanimidad y sin debate, lo incuestionable. Es el círculo virtuoso de la política: se invisibiliza, se espera un tiempo prudencial, se declara el fin de la invisibilidad con gran pompa, y se repite el proceso con la siguiente figura histórica convenientemente fallecida. Así, la máquina de hacer justicia retrospectiva nunca se detiene, garantizando trabajo legislativo para los próximos milenios.















