El sol nos envía un mensaje satírico en luces de neón
En un acto de divina ironía, el astro rey, aburrido de su monótona labor de proporcionar luz y calor, ha decidido convertirse en artista de performance interplanetario. El doctor Juan Américo González Esparza, un augur moderno del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ha profetizado que el espectáculo de luces cósmicas, conocido plebeyamente como auroras boreales, se intensificará. La razón: una segunda tormenta geomagnética se aproxima, porque al sol una sola descarga de su ira no le bastó.
En una revelación exclusiva para la Máxima Casa de los Estudios y las Máximas Explicaciones, el augur González Esparza confirmó lo que todos sospechábamos: el cielo mexicano se ha vuelto un teatro improvisado para las luces polares, un fenómeno que antes era exclusivo de países nórdicos con mejor planificación turística.
¿Qué son estas burlas luminosas del cosmos?
En términos para legos, este fenómeno es el equivalente cósmico a cuando un niño hiperactivo (el Sol) lanza partículas contra un cuadro de electricidad (nuestra atmósfera), creando un espectáculo de luces que nos hace preguntarnos por qué pagamos tanto por un festival de música.
El experto, con la paciencia de quien explica por enésima vez que la Tierra no es plana, aclaró que estos eventos son comunes en latitudes altas como Finlandia, Suecia o Noruega, naciones que, al parecer, tienen un contrato de exclusividad con el cosmos. Que este fenómeno llegue a México, un país de bajas latitudes, es como si el champagne llegara a la mesa del pueblo: un milagro efímero que pronto será corregido por el orden natural establecido. Se requiere, nos dicen, de vientos solares intensos, que no son más que los berrinches de una estrella de mediana edad.
Para no ser sorprendidos de nuevo con los calzones bajados, el Servicio de Clima Espacial México (SCIESMEX) de la UNAM vigila al sol con la misma desconfianza con que un guardia vigila a un borracho en una tienda de porcelanas.
¿Y los riesgos de este divino capricho solar?
El SCIESMEX, en su infinita sabiduría, evalúa los peligros que esta actividad estelar representa para nuestros dioses modernos: los sistemas tecnológicos. Se realiza un monitoreo perpetuo porque, citando al oráculo, “somos la fuente oficial de información estratégica ante estos fenómenos”. Es un consuelo saber que, mientras el cosmos se desata, hay una oficina gubernamental llenando formularios en triplicado.
La UNAM, en un comunicado que buscaba calmar a las masas histéricas (que en realidad estaban más ocupadas tomando selfies), aclaró que no hay riesgo para los seres humanos. Las tormentas solares pueden freír satélites, colapsar telecomunicaciones, dejar a ciegas a los sistemas de posicionamiento global, desorientar la navegación aérea y tumbar redes de distribución de energía eléctrica. Pero, ¡tranquilos!, no causan daño directo a la salud. Es el equivalente a que te aseguren que un huracán no te dará gripa, aunque te lleve la casa. Con sublime claridad, también desmintió cualquier vínculo con sismos, huracanes o el cambio climático. Por favor, no confundan el Armagedón tecnológico con los otros armagedones que ya tenemos programados. Uno a la vez.




















