En un alarde de lo que los modernos estadistas denominan “solidariedad económica multilateral”, el oráculo de Wall Street, Fitch Ratings, ha develado la cifra sagrada: el tributo efectivo que el Imperio del Norte exige a su protectorado mexicano se establece en un 5.8%. Esta magnánima concesión, fruto del divino T-MEC, podría, no obstante, transformarse en cualquier momento, pues la sombra de nuevos impuestos sobre elixires y pócimas farmacéuticas se cierne como una espada de Damocles sobre el altar del libre cambio.
El contexto de la benevolencia arancelaria
El sagrado pergamino del Monitor de la Tasa Arancelaria Efectiva (TAE) desgrana la magnanimidad del coloso: un 82% de las mercancías provenientes de las tierras aztecas cruzan la frontera sin rendir pleitesía, mientras que el vulgo restante debe someterse a tarifas que, en un acto de ejemplar justicia, pueden alcanzar un 25% si osan desafiar las arcanas reglas de origen. Para el caso del ducado de Canadá, la exención es aún más generosa, un 88%, aunque su tributo promedio se mantiene, curiosamente, en un ligerísimo 5.9%, demostrando que en el reino de la equidad comercial, algunos son más iguales que otros.
La voluble danza de los porcentajes sagrados
Con la pomposidad de un cónclave de cardenales, la agencia proclamó que la TAE general del imperio ha descendido de un 16% a un 13.6%. Este milagro económico se atribuye a pactos con reinos lejanos como Japón, Malasia, Tailandia y Corea del Sur, y a la reducción, en un arranque de piedad, de los impuestos sobre los polvos chinos del fentanilo, del 20% al 10%. Una caravana de opio, al parecer, merece un trato más clemente que una caravana de automóviles.
Sin embargo, en un giro digno de la más absurda tragicomedia, Fitch advirtió con solemnidad que los recién anunciados gravámenes a los fármacos, aunque “pospuestos indefinidamente”, podrían hacer que esta tendencia a la baja se esfumara como por arte de magia. Una lección sublime: en el gran teatro del comercio global, la amistad entre naciones tiene un precio, y ese precio es, siempre, negociable.



















