El sublime arte de domar bestias metálicas con papel oficial

El sublime arte de domar bestias metálicas con papel oficial

El Leviatán burocrático despliega su sabiduría regulatoria.

CIUDAD DE MÉXICO. En un acto de prodigiosa clarividencia, el sagaz Ejecutivo ha desplegado hoy su artillería pesada: setenta y tres kilos de papel burocrático publicados en el Diario Oficial de la Federación, destinados a domeñar a las indómitas bestias de acero que transportan el néctar inflamable de la civilización moderna.

El monumental decreto, que modifica, deroga, expide y regula hasta el más mínimo suspiro del sector energético, promete construir “un sector más moderno, sólido, sostenible y alineado” con las necesidades nacionales. O lo que es lo mismo: ha descubierto que para evitar que las pipas estallen, basta con escribir suficientes leyes.

La perla de esta joya regulatoria es la Norma Oficial Mexicana de Emergencia NOM-EM-006-ASEA-2025, concebida tras el desastre del Puente La Concordia donde treinta almas encontraron su fin. La solución, como siempre, es tan simple como elegante: más etiquetas. Las temibles pipas deberán exhibir, cual bestias de circo amaestradas, leyendas que adviertan “PELIGRO GAS L.P.”, como si el espectáculo dantesco de llamas y destrucción no hubiera sido indicio suficiente.

En un alarde de ingenio tecnológico sin precedentes, se ordena que estos colosos rodantes porten números telefónicos para reportar fugas, suponiendo que quien presencia una explosión termonuclear en miniatura conservará la serenidad para buscar el dígito correcto entre la lluvia de escombros.

Pero la genialidad no termina ahí. Cada unidad deberá cargar consigo un extintor de nueve kilos, suficiente tal vez para apagar una parrilla de carbón, pero ciertamente inútil contra un incendio de proporciones bíblicas. Además, se exige cinta estática que toque el piso, porque nada neutraliza mejor una deflagración que una adecuada disipación de electricidad estática.

La medida más visionaria: instalar gobernadores de velocidad que limiten a 80 km/h a estos titanes de la carretera. Porque, como bien saben los sabios reguladores, la verdadera amenaza no es transportar treinta toneladas de combustible volátil, sino hacerlo a noventa kilómetros por hora.

El colmo del refinamiento técnico exige válvulas de máximo llenado al 85% y 90%, termómetros en tubos ciegos inclinados, y -¡oh prodigio!- un sistema GPS activo para que las autoridades puedan localizar con precisión milimétrica el cráter humeante donde yacen los restos.

Como broche de oro, cada recipiente llevará una placa con su número de serie, espesor nominal y fecha de fabricación, para que los forenses puedan identificar fácilmente los fragmentos tras el inevitable desenlace.

Así, entre inspecciones visuales y pruebas hidrostáticas, el genio regulatorio mexicano demuestra una vez más que ningún problema es tan complejo que no pueda resolverse con suficiente papeleo. Mientras, las bestias de acero continúan su danza mortal por las carreteras, ahora debidamente etiquetadas, limitadas y documentadas hacia el abismo.

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