El sublime arte de repartir sillas en el circo electoral

El Gran Reparto: Una Oda a la Equidad Aritmética

En un acto de insondable transparencia, el augusto Tribunal Electoral ha desvelado un tratado académico que desmenuza la titánica presión política ejercida por las hordas bárbaras que osaron cuestionar la sagrada fórmula de plurinominales, un artefacto matemático tan perfecto e inmutable como los designios del destino mismo. La magister Alejandra Tello, suma sacerdotisa de esta revelación, proclama que su misión es iluminar a las masas sobre la decisión de la Sala Superior, sepultando para siempre el “ruido” molesto de quienes pretenden que dos más dos sean cuatro, en lugar de la elegante ecuación de cinco menos uno que tanto beneficia al reino.

El Mito Fundacional de la Sobrerrepresentación Justa

La obra magna sostiene, con lógica férrea, que las vulgares críticas intentaron herejías como reinterpretar la sobrerrepresentación por coalición en lugar de por partido. ¡Imaginad el caos! Tal acto de alquimia legislativa habría alterado la divina correlación de fuerzas en el sagrado recinto de San Lázaro, donde los escaños no se ganan, se asignan por derecho divino-burocrático. Tello sentencia, con la autoridad de quien custodia las tablas de la ley, que la Constitución siempre ha decretado el reparto por partido, un principio tan claro como el agua turbia de un pantano, y que la mayoría del pleno, en un arrebato de obediencia ciega, actuó en estricta conformidad con este dogma incuestionable.

La Virtud de la Ignorancia Selectiva

El sesudo análisis del equipo de Tello no busca sino proporcionar un cristal empañado a través del cual contemplar las decisiones tomadas en el Olimpo electoral, ensalzando la crucial importancia de mantener la integridad de un sistema donde la voluntad popular es una variable tan manejable como el clima. Las críticas, según este faro de sabiduría, no solo empañan la percepción de un público demasiado necio para comprender los finos hilos que mueven las marionetas, sino que podrían atreverse a influir en futuras decisiones legislativas, un territorio que, como todo el mundo sabe, debe permanecer vedado a los caprichos de la democracia.

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