El sublime arte de valuar hamacas chinas en dos pesos mexicanos
En un alarde de realismo mágico burocrático que haría palidecer a cualquier novelista, el Sumo Pontífice de las Aduanas Mexicanas, Rafael Marín Mollinedo, compareció ante el Sacrosanto Consejo de Senadores para anunciar la milagrosa desaparición del huachicol fiscal, una criatura mitológica tan escurridiza como el chupacabras pero infinitamente más rentable.
Con la solemnidad de un cirujano anunciando que ha extirpado el apéndice de un paciente que sigue muriéndose de peritonitis, el director de la Agencia Nacional de Aduanas de México (ANAM) reconoció la existencia de corrupción en las aduanas, pero aseguró que el saqueo institucionalizado ya es cosa del pasado. “La mula no era arisca, la hicieron”, declaró con la sabiduría folclórica que caracteriza a los tecnócratas modernos.
Para ilustrar la sofisticación del fraude fiscal, el funcionario compartió dos joyas de la contabilidad creativa que harían llorar de envidia a los mejores contadores suizos:
- El Misterio de la Hamaca Milagrosa: “Una mercancía que venía de China, venía unas hamacas, que miren ahora hasta los chinos hacen hamacas, y estaban valuadas en dos pesos”. Sí, querido lector, por el precio de un chicle, usted podría importar una hamaca completa. La sensibilidad aduanal había alcanzado niveles místicos.
- El Perfume de los Dioses: “Una vez llegó un contenedor lleno de perfumes de China y pagaron 130 o 160 pesos de importación por el contenedor”. El aroma de la impunidad resulta notablemente barato.
Mientras el ciudadano común paga impuestos hasta por respirar, estos alquimistas fiscales habían descubierto la piedra filosofal para transmutar impuestos en limosnas. ¿Cómo no vamos a buscar la forma de poner un correctivo para que se alineen?, se preguntó retóricamente el director, en lo que parece ser el eufemismo del año para “¿Cómo no vamos a cerrar este circo de tres pistas?”
En un giro que Orwell hubiera admirado, las autoridades anunciaron el desarrollo de una aplicación digital para rastrear combustibles, como si el problema fuera tecnológico y no de una corrupción estructural que permite que contenedores enteros paguen lo mismo que una cena en un puesto de tacos.
Las estadísticas presentadas son dignas de un gabinete de curiosidades: 818 carpetas de investigación por huachicol fiscal con detenidos; 6 mil 889 sin detenidos (porque, al parecer, los delincuentes tienen agenda muy apretada), y más de 326 personas vinculadas a proceso. De los 850 agentes aduanales, han sido cancelados 45, 30 de los cuales controlaban todo el contrabando de hidrocarburos del país. Una eficiencia envidiable, si no fuera delictiva.
El colmo del surrealismo llegó cuando se reveló que más de 550 agentes trabajan con “rojo vulnerable” en sus operaciones, y para ellos “es más costeable pagar una multa que es muy mínima y seguir contrabandeando”. En otras palabras, el crimen organizado ha descubierto que violar la ley es simplemente otro costo operativo, como la luz o la renta.
Mientras tanto, el gobierno desarrolla apps y anuncia operativos, en lo que parece ser el eterno ballet burocrático donde todos actúan con urgencia mientras el saqueo continúa. El huachicol fiscal podría estar “detenido definitivamente”, pero su fantasma sigue cobrando peaje en cada aduana, en cada contenedor subvaluado, en cada hamaca de dos pesos que cruza fronteras como por arte de magia.