El Sublime Espectáculo de la Devolución Ordenada
En un despliegue de eficacia que dejó atónitos a propios y extraños, el cuarto día del Gran Operativo de Rescate para los ex-ahorradores de CIBanco se saldó con la asombrosa cifra de ¡setenta peticiones de asesoría! Setenta almas valientes se atrevieron a interrumpir el impecable mecanismo de la Condusef, esa noble institución que, entre evento y evento con VISA, la Asociación de Bancos de México y la FIFA, encuentra tiempo para los plebeyos que extrañan su dinero.
El oráculo máximo de la Comisión, Óscar Rosado, en un arranque de claridad divina, explicó el profundo misterio que acongojaba a la ciudadanía: la gente, en su insondable ingenuidad, pregunta “qué hacer”. Una cuestión filosófica de una profundidad abismal, sin duda.
Mientras, en las redes sociales, donde reside el verdadero tribunal de la justicia moderna, la Condusef ya ha resuelto 120 “atenciones”. Una palabra maravillosamente vaga que podría significar desde “hemos leído tu tuits” hasta “tu caso ha sido solucionado por los dioses del Olimpo financiero”.
La Jerarquía Celestial de los Ahorradores
En este nuevo orden financiero, no todos los pecadores son iguales. Existe una aristocracia de 197 elegidos, aquellos cuyos montos superan las 400 mil Udis. A estos magnates se les reembolsará solo hasta el límite sagrado; el excedente deberá esperar en el purgatorio de la liquidación, quizás para la siguiente temporada.
En el extremo opuesto, la plebe: casi ocho mil usuarios con saldos menores a mil pesos. Una cifra tan insignificante que uno se pregunta si no sería más piadoso declararlos mártires del sistema y otorgarles una medalla en lugar de devolverles esas migajas.
El sumo sacerdote Rosado, en un ejercicio de comparación que nos llena de consuelo, nos recuerda que esto no es el Ahorro Famsa, donde más de un millón de almas perdidas clamaban por su dinero. ¡Aquí solo son 32 mil! Una nimiedad, un paseo burocrático. La diferencia, nos asegura, es “abismal”. Y quiénes somos nosotros para dudar de su palabra.
El Mito Fundacional de los Recursos No Públicos
Para acallar los malintencionados rumores que circulan en las tabernas, el oráculo reiteró el dogma central: los recursos del IPAB no son fondos públicos. Provienen de las arcas de los propios bancos, esas entidades filantrópicas que, movidas por un espíritu de caridad, aportan generosamente para protegernos de… bueno, de sí mismas. Es una tautología tan bella y perfecta que casi trae lágrimas a los ojos.
Recordemos, si no es mucha molestia, que esta comedia divina comenzó cuando los accionistas de CIBanco, en un acto de abnegación sin precedentes, consideraron que la mejor opción para los intereses de sus clientes era… revocar su propia licencia. Un movimiento estratégico de tal genialidad que solo puede ser comprendido por los iniciados en las altas finanzas.
Así, el 99% de los fieles recuperarán su fe, digo, sus recursos. Mientras, aquellos que tuvieron la osadía de pedir créditos a la institución deberán seguir pagando. Porque la devolución es un derecho, pero el pago es un deber sagrado. El espectáculo continúa, ordenado y rápido. O al menos, esa es la versión oficial. El pueblo, que asiste atónito a la función, solo puede esperar que el telón no caiga sobre sus ahorros.