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El sur define la presidencia de la SCJN en una elección de baja participación

El sur del país decide el futuro de la Suprema Corte con un resultado que revela patrones inesperados.

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En un giro que nadie vio venir (o quizá todos, pero fingieron sorpresa), los estados del sur, esos bastiones inexpugnables de la lealtad partidista, han decidido quién ocupará el trono—perdón, la silla—de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Sí, hablamos de la misma corte que, en teoría, debería ser imparcial, pero que, en la práctica, parece más un concurso de popularidad con toga.

Hugo Aguilar Ortiz, el afortunado ganador, debe agradecer a sus compadres de Oaxaca, Tabasco, y demás territorios donde el voto parece más un acto de fe que una decisión deliberativa. Con una diferencia de 21 mil votos en su tierra natal, queda claro que en política judicial, como en el fútbol, la localía importa. Mientras tanto, Lenia Batres, la eterna candidata capitalina, se quedó con las ganas, demostrando una vez más que en México, el centro no siempre manda.

Lo más hilarante—o trágico, según se vea—es que esta elección, diseñada para ser tan emocionante como un trámite burocrático, tuvo una participación ciudadana que apenas superaría la audiencia de un programa de radio a las 3 de la mañana. Con un 25% en Coahuila (¡todo un récord!), y cifras risibles en otros estados, queda claro que los mexicanos prefieren hacer fila en el banco que decidir quién interpretará la Constitución.

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Y no podía faltar el toque de maquinaria política: según el investigador Javier Aparicio, cuando pocos votan, los gobernadores—sean del color que sean—pueden mover los hilos como marionetas en un teatro de sombras. ¿El resultado? Una corte que, en lugar de ser independiente, parece más bien un reparto de favores postelectorales. Pero tranquilos, seguramente esto no tendrá consecuencias en futuras sentencias… ¿verdad?

Mientras tanto, Yasmín Esquivel, esa figura que todos recordamos por sus polémicas, se llevó Coahuila, demostrando que en la justicia mexicana, el pasado nunca termina de pasar. ¿Ironía? No, simplemente otra jornada electoral en el país donde lo absurdo se vuelve norma.

Así pues, bienvenidos a la nueva era de la SCJN, donde los votos se cuentan, las lealtades se premian, y la independencia judicial… bueno, esa queda para el discurso.

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