En un giro que solo la sublime tragicomedia de la justicia mexicana puede ofrecer, Ulises Pinto Madera, alias “El Mamado”, ha sido oficialmente investido como el nuevo oráculo colaboracionista de la Fiscalía General de la República. Su transformación de presunto brazo ejecutor de un cártel a testigo estrella de la fiscalía es un prodigio de la alquimia jurídica moderna, donde la infamia se convierte en moneda de cambio y la redención se compra con chismes de alto nivel.
Según fuentes del régimen, este titán del hampa, aprehendido en julio por la Marina —esa misma institución que en otros tiempos cazaba submarinos—, ha decidido acogerse a un criterio de oportunidad, ese eufemismo legal que significa “te cuento todo si me perdonas todo”. A cambio del indulto, promete develar los entresijos de “La Barredora”, ese club criminal que, casualmente, presidía el exsecretario de Seguridad Pública de Tabasco, Hernán Bermúdez Requena, durante el mandato del exgobernador Adán Augusto López Hernández. ¡Vaya sorpresa! Un funcionario público vinculado con la delincuencia. Quién lo hubiera imaginado.
La captura de este prófugo, ejecutada hace un mes en Jalisco por un pacto entre la Marina y la FGR —dos entidades que normalmente compiten por el presupuesto, no por los reos—, culminó con su traslado a la Fiscalía Especializada en materia de Delincuencia Organizada (FEMDO), en la Ciudad de México. Allí, entre cafés y formularios, se firmó el canje: libertad por chismes, impunidad por datos. Un trueque digno del mercado de pulgas más grande de Latinoamérica.
Las indagatorias revelan que Ulises Pinto no era un criminal cualquiera: era el brazo derecho del exsecretario Bermúdez, hasta que una riña entre compadres los llevó a divorciarse. Tras la ruptura, “El Mamado” emigró hacia el Cártel Jalisco Nueva Generación, donde aplicó sus conocimientos adquiridos en el servicio público para ayudar a la empresa narca a expandir su franquicia en Tabasco. Porque al final, todo es cuestión de lealtades… y de ofertas.
Así, el sistema celebra a un nuevo héroe de la patria: el delincuente arrepentido que, en lugar de pudrirse en una celda, negocia su libertad contando historias que todos sospechaban pero nadie quería escuchar. Bienvenidos al cirio. Los malos de ayer son los testigos de hoy… y quizá los funcionarios de mañana.