Desde mi experiencia en proyectos de infraestructura de gran envergadura, he aprendido que el verdadero éxito no se mide solo cuando el primer tren rueda sobre los rieles, sino cuando la comunidad que lo rodea puede convivir con él de forma segura y armoniosa. El caso del Tren Interurbano México-Aeropuerto Felipe Ángeles es un ejemplo claro de este principio. Las autoridades federales reportan avances significativos en la construcción principal, un logro innegable. Sin embargo, como bien señalan los reportes, persiste una asignatura pendiente crítica: el cerramiento perimetral de las vías en los municipios de Tultitlán y Tultepec, el cual está intrínsecamente ligado a la instalación de pasarelas peatonales.
He visto en otros proyectos cómo la falta de estos elementos de seguridad, considerados a menudo “complementarios”, se convierte en el talón de Aquiles de la operación. Néstor Núñez López, de la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes, detalla la coordinación con la Sedena y la Conavi. Esta colaboración interinstitucional es fundamental, pues la lección dura es que sin un diálogo constante y acciones concretas con los gobiernos locales y las comunidades, los compromisos pueden quedar en el papel. El plazo ante el Campeonato Mundial de Fútbol actúa como un catalizador, pero la sabiduría práctica dicta que no se debe sacrificar la meticulosidad en la seguridad por la prisa del calendario. La credibilidad de un megaproyecto se gana cuando se entrega completo, no solo cuando se inaugura una parte. La población de esas localidades merece ver resuelta esta vulnerabilidad, no como un añadido, sino como el componente esencial de integración urbana que es.














