La Visión del Sector Privado sobre la Reforma Aduanera
Con más de dos décadas observando la evolución de la normativa aduanera en nuestro país, he sido testigo de cómo las buenas intenciones legislativas a menudo chocan con la compleja realidad operativa de los despachos. La experiencia nos ha enseñado que una ley, por muy bien intencionada que sea, puede generar incertidumbre en lugar de certidumbre si no se construye sobre un entendimiento práctico de la logística internacional.
Los diversos organismos empresariales -desde agentes de carga hasta las cámaras textiles, azucareras y siderúrgicas- coinciden en una preocupación fundamental: los ajustes realizados al proyecto de Ley Aduanera resultan insuficientes para garantizar la seguridad jurídica que el comercio exterior requiere. He vivido en primera persona cómo la falta de claridad normativa puede paralizar operaciones que dependen de tiempos de despacho precisos.
Entre la Modernización y los Costos Ocultos
La Asociación Mexicana de Agentes de Carga reconoce los beneficios potenciales en materia de transparencia y control. Recuerdo una operación en los años 90 donde la simulación de exportaciones costó a varias empresas millones en impuestos evadidos. Sin embargo, la experiencia nos ha mostrado que cada nueva responsabilidad asignada a los agentes aduanales se traduce inevitablemente en mayores costos operativos y, frecuentemente, en cuellos de botella que afectan toda la cadena de suministro.
La digitalización, aunque necesaria, representa un desafío particular para las pequeñas y medianas empresas. He asesorado a numerosas PyMEs que enfrentan el dilema de invertir en costosos sistemas de compliance o arriesgarse a quedar fuera del mercado. La transición tecnológica debe ser gradual y acompañada de incentivos reales, no solo de exigencias.
Lecciones Aprendidas en la Práctica Aduanal
A lo largo de mi carrera, he comprobado que la burocracia excesiva es el caldo de cultivo perfecto para prácticas corruptas. Cuando los trámites se complican y los tiempos de espera se extienden, surge la tentación de buscar “atajos” que comprometen la integridad de las operaciones. La nueva ley debe simplificar, no complicar.
Los llamados “extra-costos logísticos” no son conceptos abstractos; son cargas reales que terminan afectando al consumidor final y mermando nuestra competitividad internacional. Una lección que hemos aprendido con el tiempo: una aduana eficiente es el termómetro de la salud del comercio exterior de cualquier nación.
El verdadero desafío, desde mi perspectiva, es encontrar el equilibrio entre el control necesario y la agilidad operativa. Ningún sector responsable se opone a pagar impuestos o a cumplir regulaciones, pero sí exige procesos predecibles y tiempos razonables. La reforma aduanera debería ser una herramienta para facilitar el comercio legal, no una barrera que lo obstaculice.