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Empresarios analizan logros y retos pendientes de la administración

Líderes empresariales reconocen progreso en indicadores sociales pero alertan sobre obstáculos estructurales que frenan el potencial económico nacional.

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Desde mi perspectiva, tras décadas de observar la intricada danza entre el sector público y privado, he aprendido que el discurso oficial y la realidad en el terreno suelen presentar matices importantes. El sector empresarial, con el que he colaborado estrechamente, reconoce avances innegables en la gestión actual, particularmente en la crucial reducción de la pobreza, un logro que siempre es bienvenido. Sin embargo, la experiencia nos enseña a leer entre líneas y a mantener una mirada crítica.

He visto ciclos económicos completos, y una lección que se repite es que los datos macroeconómicos, aunque alentadores, no siempre se traducen en bienestar tangible inmediato para las pymes y los ciudadanos de a pie. Octavio de la Torre, de la Concanaco-Servytur, acierta al señalar la realidad de los programas sociales y la infraestructura, pero en mis años, he comprobado que el verdadero termómetro de la confianza es la inversión privada nacional, la cual hoy se encuentra estancada. La incertidumbre jurídica es un freno poderoso que conozco demasiado bien; disuade proyectos a largo plazo y frena la innovación.

El diálogo constante entre autoridades y empresarios es, sin duda, un canal valioso. No obstante, he participado en suficientes mesas de trabajo para saber que lo que realmente cuenta son los resultados concretos y medibles. La paciencia es una virtud, pero la economía no puede esperar indefinidamente. El tema de la seguridad y la extorsión, flagelos que he visto arruinar negocios familiares, requieren acciones contundentes y no solo promesas de evaluación futura. El próximo año siempre parece ser el horizonte para los cambios, pero la urgencia del presente demanda respuestas ahora.

Vicente Gutiérrez Camposeco pone el dedo en la llaga al mencionar la alarmante tasa de informalidad laboral, que ronda el 55%. Esta no es una simple estadística; representa a millones de compatriotas sin acceso a seguridad social, créditos hipotecarios o un retiro digno. Es una herida abierta en la economía formal. Además, la aparente estabilidad macroeconómica puede ser un espejismo si los precios de la canasta básica siguen presionando el bolsillo de las familias. Un crecimiento económico del 0.9% es modesto y está por debajo de nuestro potencial histórico, confirmando que aún hay un camino arduo por recorrer.

La complementariedad entre la inversión pública y privada es el pilar de cualquier nación próspera. He sido testigo de cómo, cuando esta sinergia funciona, se crea un círculo virtuoso de desarrollo. México es y debe seguir siendo un país de libre mercado, pero requiere reglas del juego claras, certidumbre y un combate frontal a los lastres que nos aquejan: la informalidad, la inseguridad y la baja productividad. El optimismo debe estar equilibrado con la prudencia y la demanda de acciones efectivas. El tiempo, como siempre, tendrá la última palabra.

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