Erick amenaza México con la misma obra de teatro climática

CIUDAD DE MÉXICO — El huracán Erick hizo su grandioso debut en el Pacífico, como si la naturaleza hubiera contratado a un guionista hollywoodense especializado en secuelas predecibles. Con vientos de 121 km/h y una ruta hacia Acapulco —el mismo escenario donde el huracán Otis protagonizó su oscarizada destrucción en 2023—, el meteoro promete lluvias torrenciales, deslaves y, lo más emocionante, otro episodio de ¿Aprendimos la lección? protagonizado por las autoridades.

El Centro Nacional de Huracanes de EE.UU., en su papel de narrador omnisciente, advirtió sobre inundaciones especialmente en zonas con terreno escarpado, porque nada dice prevención como construir ciudades en laderas inestables. Mientras tanto, la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado, anunció con solemnidad que se ha aprendido la lección: 582 refugios están listos para albergar a quienes, irónicamente, no tienen otra opción que vivir en zonas de riesgo porque el desarrollo urbano es un eufemismo para especulación inmobiliaria.

El huracán, que avanza a 11 km/h (o a velocidad burocrática, como dirían los cínicos), podría alcanzar categoría 3, justo a tiempo para recordarnos que en México los fenómenos naturales siempre superan con creces la categoría de preparación gubernamental. Acapulco, aún traumatizado por Otis —que dejó 52 muertos y hoteles destruidos como metáfora del turismo depredador—, se prepara para otro round. ¿El protocolo? Cerrar escuelas y cruzar los dedos, porque si hay algo más constante que los huracanes, es la incapacidad de los líderes para evitar que la historia se repita.

Mientras Erick se acerca, los mexicanos pueden consolarse con un dato reconfortante: al menos esta vez el aviso de huracán llegó antes del desastre. Progreso, ¿no?