Una Nueva Frontera en la Aplicación del TMEC
En mis años analizando la evolución del TLCAN y ahora el TMEC, he visto cómo los mecanismos de disputa se transforman con las administraciones. La noticia de que el gobierno de Donald Trump busca endurecer y ampliar la aplicación del mecanismo de respuesta rápida para incluir temas medioambientales no me sorprende, pero sí marca un punto de inflexión crucial. Recuerdo las intensas negociaciones de 2020, donde la inclusión del capítulo laboral fue una batalla campal. Ahora, parece que el escenario se repite, pero el campo de juego se expande hacia la sostenibilidad.
Desde mi perspectiva, esta propuesta, que aún se discute en reuniones binacionales, es más que una simple idea. Es un movimiento estratégico que busca elevar los estándares de cumplimiento para las firmas en México. He aprendido que cuando Estados Unidos plantea este tipo de herramientas, implica una vigilancia trinacional mucho más estricta. No se trata solo de una cláusula más en el tratado; en la práctica, significaría un escrutinio sin precedentes sobre el manejo de residuos, la reducción de emisiones contaminantes y el control del uso de productos químicos. Son compromisos que, si no se negocian con astucia, pueden convertirse en barreras no arancelarias difíciles de sortear para nuestras empresas.
La lección clave que he extraído a lo largo de los años es que estos mecanismos, aunque se presenten como herramientas de equilibrio, tienen aristas complejas. El mecanismo laboral de respuesta rápida, por ejemplo, nació bajo fuertes presiones para equilibrar las condiciones entre las plantas de EE UU y México. En teoría, suena justo. Pero en la práctica, he visto cómo puede ser utilizado como un arma comercial. La experiencia me ha enseñado que su aplicación requiere una sensatez y un equilibrio que no siempre están presentes. Por un lado, para los sindicatos mexicanos representa una vía invaluable para denunciar abusos y exigir salarios justos. Por el otro, tanto el gobierno como el empresariado saben que su legitimidad depende de que se aplique con apego estricto a la letra del TMEC, no a los caprichos políticos del momento.
Esta nueva propuesta ambiental sigue el mismo patrón. Lo que funciona, según he observado, es una negociación que anticipe estos movimientos. Lo que no funciona es reaccionar cuando la propuesta ya está sobre la mesa. La complejidad del tema radica en encontrar un punto medio donde la protección ambiental genuina no se convierta en un pretexto para el proteccionismo. La credibilidad del acuerdo comercial en su próxima revisión dependerá de que los tres países firmantes—EE UU, México y Canadá—logren construir un consenso que vaya más allá de la teoría y ofrezca soluciones aplicables y equilibradas para todos.













