La fragilidad de los protocolos en un instante
He dedicado años a analizar la logística del transporte pesado, y les aseguro que ningún manual prepara para el estruendo seco de un tanque de combustible cediendo. La noticia de que un camión de CEMEX explotó mientras cargaba gasolina en una estación de Monterrey no es solo un titular; es la materialización de un riesgo del que siempre advierto a mis alumnos.
Recuerdo una inspección de rutina hace una década donde detecté una válvula de alivio desgastada en un vehículo similar. El operador insistía en que “nunca pasaba nada”. Hoy, en la avenida Félix U. Gómez de la colonia Juana de Arco, ese “nada” se convirtió en una fuga catastrófica y un flamazo que, afortunadamente, solo dejó una persona con lesiones no graves. La experiencia me ha enseñado que la palabra “aparentemente” en los reportes iniciales, como el que sugiere que el tanque de gas tronó, suele esconder fallos de mantenimiento acumulados.
La rápida movilización de los equipos de rescate de Protección Civil del Estado y los paramédicos de la Cruz Roja Mexicana es un testimonio de la profesionalidad que he visto crecer en nuestro país. Sin embargo, el hecho de que cuatro estaciones de carga resultaran afectadas y hubiera daños estructurales en las oficinas subraya una verdad incómoda: en la cadena de la seguridad operativa, el eslabón más débil suele ser la complacencia. No basta con tener procedimientos; hay que vivirlos con la rigurosidad que exige cada repostaje, porque el combustible no perdona distracciones.