Desde mi experiencia en la cobertura de emergencias, pocas situaciones demandan una respuesta tan coordinada y rápida como la que se activó esta tarde tras la explosión de una pipa de gas en el puente de la Concordia. He sido testigo de cómo la cadena de mando se pone a prueba en segundos, y hoy, con 57 personas lesionadas y 19 de ellas en estado grave, el protocolo se ejecutó con una precisión que solo la práctica continua puede pulir.
La jefa de gobierno, Clara Brugada, se presentó en el lugar de los hechos para confirmar las cifras y, crucialmente, para informar que, al momento, no se reportaban decesos. En estos eventos, la comunicación clara y temprana es fundamental para evitar la especulación y el pánico. Brugada también destacó que la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México ya inició las diligencias para determinar las causas del siniestro, un proceso meticuloso del cual he aprendido que nunca debe apresurarse.
La distribución de los heridos es un mapa que revela la capacidad de respuesta del sistema de salud capitalino. Doce personas fueron atendidas en el Hospital Regional Juan Ramón de la Fuente; nueve en el Hospital de la Ampliación Emiliano Zapata; quince en la Clínica del IMSS de Los Reyes La Paz; una quincena más en la Clínica del ISSSTE Morelos; cinco en el Instituto Nacional de Rehabilitación; una en el Rubén Leñero y otra en el hospital del ISSSTE de Zaragoza. He visto cómo esta logística, aparentemente fría en un reporte, salva vidas al descongestionar los servicios de urgencia.
La titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, Pablo Vázquez, aportó un dato crucial que solo quien ha estado en el ojo de la tormenta valora: el despliegue de ambulancias en espera fuera de los centros hospitalarios. Esta medida, que parece preventiva, es en realidad una lección aprendida de emergencias pasadas; garantiza traslados inmediatos, terrestres o aéreos, si la condición de un paciente se complica. La incógnita sobre el estado del conductor de la pipa es un recordatorio de que, en medio del caos, la información tarda en consolidarse. Las imágenes de videovigilancia que mencionó Vázquez, mostrando a personas huyendo con el cuerpo en llamas, son un testimonio crudo de la violencia instantánea de estos accidentes.
Reflexionando sobre lo vivido hoy, más allá de la teoría de los protocolos, lo que funciona es la previsión. El apoyo anunciado para todos los lesionados a través de la Secretaría de Salud de la Ciudad de México no es solo un compromiso político; es una red de seguridad que debe tejerse con antelación. La complejidad de un evento así nos enseña que la coordinación entre dependencias, la veracidad de la información y la capacidad hospitalaria son los pilares que, en la práctica, definen el resultado final de una tragedia.