Con grilletes en sus tobillos y la cabeza hundida en un chaleco antibalas, la silueta de Hernán Bermúdez Requena, alias ‘Comandante H’, cruzó la pista del aeropuerto internacional de Paraguay. Esta imagen, difundida por la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, marca el epílogo de una cacería internacional que cuestiona hasta dónde llegan las infiltraciones del crimen organizado en las estructuras del poder.
Pero, ¿cómo un exsecretario de Seguridad de Tabasco, un cargo de extrema confianza durante la gestión de Adán Augusto López, terminó siendo identificado como el presunto cabecilla de “La Barredora”, una célula criminal asociada al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG)? La investigación sugiere que los hilos de la corrupción y el narcotráfico tejen una red mucho más compleja de lo que se narra oficialmente.
Documentos consultados por este medio revelan que la estancia de Bermúdez en Paraguay fue catalogada como “irregular”, un término burocrático que esconde una operación de inteligencia binacional. Fuentes dentro del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) confirman, bajo condición de anonimato, que su ubicación fue el resultado de un rastreo meticuloso de movimientos financieros y comunicaciones interceptadas, no una simple verificación migratoria.
La narrativa oficial paraguaya es contundente: “Paraguay no es refugio para el crimen organizado transnacional”, declaró la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad). Sin embargo, analistas de seguridad se preguntan: ¿su expulsión fue una muestra de cooperación ejemplar o una deportación expedita para evitar un proceso de extradición más largo y transparente que pudiera revelar conexiones locales incómodas?
El traslado, ejecutado por un contingente de élite que incluyó a la FGR, el INM y la SRE, no fue una mera repatriación. Según el expediente de la causa penal N.º 213/2025, se trata de la ejecución de una orden de aprehensión por cargos de asociación delictuosa, extorsión y secuestro exprés. Su ingreso al CEFERESO 1, el penal de máxima seguridad en el Estado de México, indica el nivel de peligrosidad que las autoridades le atribuyen.
La Fiscalía de Paraguay aportó una pieza clave del rompecabezas: las autoridades mexicanas desistieron formalmente de la solicitud de extradición. ¿Por qué optar por la vía más rápida de la expulsión en lugar de un proceso judicial más robusto? ¿Se buscaba evitar que Bermúdez, conocido como “El Abuelo”, negociara desde una celda extranjera o testificara sobre sus poderosos nexos?
La conclusión es ineludible. La captura del ‘Comandante H’ no es solo la caída de un capo menor; es una ventana a la profunda y alarmante simbiosis entre funcionarios públicos y grupos delictivos. Su caso expone un modus operandi donde los puestos de seguridad son cooptados para proteger negocios ilícitos, planteando una pregunta incómoda: ¿Cuántos ‘Comandante H’ operan aún desde las sombras del poder?