Un Escape que Desnuda un Sistema Obsoleto
La noticia de la evasión de un interno del Reclusorio Preventivo Varonil Oriente no es un simple hecho delictivo; es un síntoma profundo de una arquitectura de seguridad penitenciaria caduca. ¿Qué nos dice esta fuga sobre la verdadera efectividad de nuestros protocolos?
Marvin Didier Barrientos Flores, de 27 años, acusado de tentativa de homicidio, no se esfumó por arte de magia. Su desaparición durante el pase de lista del martes 23 de septiembre es la consecuencia lógica de un ecosistema predecible y vulnerable. La reacción automática—activar el operativo de búsqueda e iniciar una investigación interna—es el equivalente a poner una curita en una hemorragia arterial. El verdadero problema no es el escape, sino el modelo que lo permite.
Imaginemos, por un momento, que en lugar de ver solo cámaras de vigilancia para buscar al evadido, utilizáramos inteligencia artificial predictiva para analizar patrones de conducta y prevenir la fuga antes de que suceda. Pensemos en un sistema donde la reinserción social fuera tan prioritaria como la custodia, reduciendo radicalmente los incentivos para escapar. La fuga de Barrientos Flores no es una falla, es una oportunidad para deconstruir y reinventar por completo el concepto de justicia correctiva.
La presentación de los custodios y del director ante el Ministerio Público es un paso necesario, pero insuficiente. Es hora de cuestionar la premisa fundamental: ¿son las rejas y los muros la solución, o simplemente la perpetuación de un ciclo de violencia y fuga? La disrupción no está en mejorar el control, sino en transformar el propósito de la privación de la libertad. Este incidente debe ser el catalizador para un debate audaz sobre la innovación en la política penitenciaria.