En un sublime ejercicio de diplomacia del siglo XVIII aplicada al capitalismo globalizado, la gobernadora Margarita González desempolvó su pluma fuente para redactar una conmovedora epístola al director japonés de Nissan, quien —¡oh sorpresa!— resulta ser tan mexicano como el tequila pero con oficina en Tokio. La misiva, cargada de pathos burocrático, suplica que la automotriz no haga las maletas hacia Aguascalientes, como si se tratara de convencer a un novio indeciso con promesas de “mano de obra calificada” y apoyos gubernamentales.
Durante las Caravanas del Pueblo (evento que, irónicamente, no incluye caravanas de inversión real), la mandataria morenista reveló su estrategia maestra: “Vamos hasta donde sea posible”, declaración que inmediatamente recordó a esos héroes de telenovela que prometen luchar contra viento y marea… hasta que aparecen los créditos finales. El sindicato, mientras tanto, prepara su propia batalla legal, demostrando que en México las empresas no se van: se escapan entre mesas de negociación y amenazas veladas.
Lo más deliciosamente absurdo: la insistencia en que la inseguridad no influyó en la decisión, como si los ejecutivos japoneses hubieran dicho “preferimos Aguascalientes por su exquisita gastronomía” en lugar de revisar estadísticas de secuestros. La planta de Civac, ese oasis industrial en Jiutepec que sostiene 3,500 familias, ahora depende de un milagro epistolar: cuando la economía se reduce a pedir por favor en papel membretado, el verdadero mensaje ya lo dio el mercado.
