Entre lágrimas y aplausos, Grecia Quiroz García se dirigió a cientos de ciudadanos congregados en el homenaje póstumo a su esposo, Carlos Alberto Manzo Rodríguez, el alcalde de Uruapan asesinado la noche del 1 de noviembre durante el Festival de las Velas. Con una voz quebrada por el dolor pero firme en su convicción, declaró que aunque le apagaron la voz, no apagarán esta lucha. Su mensaje trascendió el duelo personal para convertirse en un manifiesto de resistencia ciudadana.
Grecia Quiroz describió a su marido como una de las pocas personas que decidió alzar la voz ante la violencia que enfrentaba la localidad, consciente de que esta postura implicaba dejar a su familia en situación de riesgo. “El día de hoy no mataron al presidente de Uruapan. Mataron al mejor presidente de México. Al único que se atrevió a levantar la voz. Al único que se atrevió a debatir, a hablar con la verdad, sin temor a nada, sin temor a perder su vida, sin temor a dejar a sus hijos huérfanos”, afirmó con emotiva contundencia.
Durante su intervención, recordó los recorridos que realizaron juntos desde la etapa en la que recolectaban firmas para la candidatura independiente que lo llevaría a la alcaldía, agradeciendo el apoyo constante que recibió por parte del pueblo. Este recorrido compartido fundamenta su determinación actual. “Aunque apagaron su voz, no apagarán esta lucha. Seguiremos su legado junto con el movimiento del sombrero y con la ciudadanía que está cansada de tanta violencia”, aseguró, estableciendo así una continuidad en el liderazgo que hasta entonces había ejercido su esposo.
Su discurso incorporó un llamado social de profundo calado, dirigido específicamente a madres y padres de familia. Les instó a educar y corregir a sus hijos con el objetivo fundamental de evitar que caigan en las redes de la delincuencia organizada y que otros jóvenes sigan el camino de la violencia. “A todos los que están aquí, eduquen a sus hijos. Ámenlos. Y si van por el mal camino, corríjanlos. Y si es necesario que los metan a la cárcel ustedes mismos, háganlo. Como él mismo lo dijo: más vale ir a verlos en la cárcel que llorarles en el panteón”, enfatizó, citando las propias palabras de Carlos Manzo para reforzar su mensaje preventivo.
En los instantes finales de su alocución, Grecia Quiroz afirmó con solemnidad que el legado de su esposo no terminará con su muerte física y que ella, personalmente, continuará la lucha que Carlos Manzo emprendió para devolver la seguridad a Uruapan. “Te lo juro, Carlos, que vamos a seguir adelante con este pueblo, contigo, con nuestros hijos. Juntos vamos a sacar adelante a Uruapan”. Ante esta declaración de propósito, los habitantes presentes manifestaron su apoyo incondicional con el grito unánime de “¡Ni un paso atrás!”, sellando un pacto tácito de continuidad.
El contexto de este compromiso se enmarca en el violento asesinato de Carlos Manzo Rodríguez, ocurrido la noche del 1 de noviembre durante el Festival de las Velas, uno de los eventos más concurridos y simbólicos del Día de Muertos en Michoacán. El ataque se produjo en el corazón del centro histórico de la ciudad, en un momento en que el edil convivía con asistentes y se tomaba fotografías con la ciudadanía, evidenciando una audacia particular por parte de los agresores al elegir un escenario público y masivo.
Hombres armados abrieron fuego contra el alcalde y su comitiva, resultando en un saldo de tres personas heridas, entre ellas un regidor y un escolta, lo que delata la naturaleza coordinada del atentado. En el enfrentamiento subsiguiente, uno de los agresores fue abatido en el lugar, mientras que dos personas más fueron detenidas por su presunta participación, según confirmó el gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla. Inmediatamente después de los hechos, las autoridades estatales y federales reforzaron la presencia de seguridad en el municipio, y la Fiscalía de Michoacán abrió la carpeta de investigación correspondiente para esclarecer los hechos.
Carlos Manzo, de 40 años, había denunciado previamente amenazas de muerte en su contra y había solicitado formalmente protección a las autoridades federales, una petición que adquiere un trágico significado a la luz de los eventos. Durante su gestión, mantuvo una postura consistentemente crítica frente al crimen organizado y solicitó en múltiples ocasiones el respaldo del gobierno federal, entonces encabezado por Claudia Sheinbaum, para contener la violencia estructural en la región. Su asesinato no es un hecho aislado, sino que se inscribe en un patrón de violencia política que afecta particularmente a autoridades locales que confrontan abiertamente a los grupos delictivos.
La tensión política inherente a esta tragedia se manifestó palpablemente cuando Alfredo Ramírez Bedolla acudió al velorio de Carlos Manzo. Su presencia provocó una visible molestia entre algunos ciudadanos y simpatizantes del alcalde asesinado. Al salir de los actos funerarios, el gobernador fue recibido con insultos y reclamos directos, siendo acusado de “asesino” por segmentos de la población que evidentlye consideran que las autoridades estatales no hicieron lo suficiente para proteger a un funcionario públicamente amenazado. Este incidente refleja la profunda fractura entre la ciudadanía y sus instituciones, y subraya el clima de desconfianza y descontento que permea la realidad social de la región.
				
															
								
															













