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Griselda López, la reina madre del narco que baila entre el drama y la justicia

La matriarca del narco reaparece en escena con un guion que ni Hollywood se atrevería a escribir.

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Foto: El Universal.

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En un giro argumental digno de telenovela, Griselda López Pérez, la mujer que crió a los herederos del imperio del Chapo, reapareció en la frontera como si fuera una estrella de reality show. Pero en lugar de cámaras de televisión, la esperaban agentes federales estadounidenses, listos para firmar el próximo capítulo de esta saga familiar: “De Madre Coraje a Rehén de Intercambio”.

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El titular de la SSPC, Omar García Harfuch, declaró con solemnidad burocrática que los 17 familiares entregados eran “parte de la negociación”. Traducción: el Departamento de Justicia de EE.UU. ahora colecciona parientes de narcos como si fueran cromos de álbum. Ovidio, desde su celda, debe sentirse tan conmovido como un tiburón en un acuario.

Pero hablemos de Griselda, la matriarca que pasó de tejer suéteres a tejer redes financieras. Nacida en 1959, esta dama de hierro del narcotráfico fue la segunda esposa del Chapo —un puesto tan peligroso como ser payaso en un rodeo—. Crió a cuatro vástagos: Joaquín (el heredero no tan prodigio), Édgar (fallecido en un ajuste de cuentos), Griselda Guadalupe (la menos mencionada, quizá la más lista) y Ovidio (el hijo que convirtió el “no me agarren” en deporte extremo).

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Tras la muerte de Édgar en 2008, Griselda se reinventó como una “madre protectora”, aunque en su diccionario, “proteger” significaba mudar a sus hijos a países con tratados de extradición dudosos. En 2010, la detuvieron en Culiacán, pero salió más rápido que un influencer de un juzgado. Para 2012, EE.UU. la incluyó en su lista Kingpin, el equivalente narco a los Oscar, pero sin estatuilla.

En entrevistas, defendió a Ovidio con la convicción de una madre que niega que su hijo rompió el jarrón Ming. Mientras tanto, los informes de inteligencia la pintaban como una “operadora financiera”, eufemismo elegante para decir que manejaba empresas fachada con la misma naturalidad con que otras señoras manejan clubes de té. Su compañía de construcción en Sinaloa no levantaba paredes, sino montañas de dinero sucio.

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Hoy, su regreso triunfal a los titulares nos recuerda que en el narcotráfico, las madres no solo hornean galletas. A veces, también hornean estrategias de escape. Y si la justicia fuera un casino, Griselda López acaba de apostar sus fichas más valiosas: su familia.

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