Harfuch anuncia su participación en el circo diplomático de Sheinbaum y Trump

En un giro que nadie anticipó (o quizá todos), Omar García Harfuch, el zar de la seguridad mexicana —cuyo título parece más un eufemismo que un cargo—, confirmó su asistencia al espectáculo de marionetas geopolíticas que protagonizarán Claudia Sheinbaum y Donald Trump en la Cumbre del G7. Un evento donde, según fuentes no oficiales, se intercambiarán sonrisas forzadas y declaraciones vacías en dosis industriales.

Desde las gélidas calles de Calgary, donde el aire frío compite con la tibieza diplomática, Harfuch soltó perlas como “trabajamos de manera continua y permanente con Estados Unidos”, frase que, traducida al lenguaje coloquial, significa: “Seguimos fingiendo que no nos espían mientras nosotros hacemos lo mismo”. Eso sí, todo “respetando la soberanía”, ese concepto abstracto que ambos países interpretan como mejor les conviene.

El secretario —perdón, secretario— dejó entrever que la agenda incluirá temas cruciales como “seguridad, economía, entre otros”, ese “entre otros” que siempre esconde desde acuerdos secretos hasta la discusión sobre qué postre servirá en la cena de gala. Sobre si habrá avances reales contra el crimen organizado, Harfuch esbozó una respuesta digna de un manual de evasivas: “La presidenta dará la presentación”. O sea, prepárense para más PowerPoints y menos acciones.

Lo más revelador fue su afirmación de que, si Sheinbaum lo ordena, él asistirá “a otras reuniones”. Una muestra conmovedora de autonomía institucional, donde el funcionario se reduce a un “sí, señora” con corbata. Mientras tanto, la cooperación binacional en seguridad sigue siendo ese pariente incómodo del que todos hablan pero nadie quiere enfrentar: mucho protocolo, poca efectividad, y un teléfono descompuesto que convierte “combate al narco” en “apretón de manos fotogénico”.