La explosión de una pipa de gas en el Puente de la Concordia, en Iztapalapa, no solo dejó daños materiales y escenas de horror, también marcó a la ciudad con historias de vida que merecen ser recordadas. Detrás de cada víctima y cada herido hay nombres, rostros y memorias que hoy la comunidad honra con respeto.
Ana Daniela Barragán, una joven que apenas comenzaba a vivir
Con apenas 19 años, Ana Daniela Barragán fue reportada como desaparecida durante más de 24 horas tras la explosión. Su pareja pidió ayuda en redes sociales y a las autoridades para localizarla, hasta que finalmente personal de Protección Civil confirmó la peor noticia.
Su cuerpo fue identificado mediante pruebas de ADN en el Hospital General Rubén Leñero. Su partida deja un vacío enorme en su familia, quienes la buscaban con esperanza hasta el último momento.
Un oficial que no quiso dejar a un hombre en el anonimato
El oficial Paredes, policía capitalino, relató cómo intentó salvar a un hombre herido de gravedad.
“Si no la llego a librar, no permitas que quede como desaparecido, avísale a mi primer contacto”, fueron las palabras que aquel ciudadano alcanzó a decirle mientras ardía en llamas.
Paredes rescató el celular del hombre y, horas después, avisó a sus familiares. Aunque falleció, no quedó en el olvido. “Su familia estaba muy afectada, pero agradecida de que no se convirtiera en un número más”, relató.
Alicia Matías Teodoro, la “abuelita heroína”
Las imágenes de Alicia Matías Teodoro conmovieron al país. A pesar de las llamas, corrió cargando a su nieta de dos años, cubriéndola con su propio cuerpo.
Inicialmente se reportó su fallecimiento, pero más tarde la Secretaría de Salud aclaró que seguía con vida, aunque con quemaduras graves.
Alicia, quien trabajaba como cobradora de combis en el paradero de Santa Martha, llevaba a su nieta consigo porque su hija no tenía quién la cuidara. Hoy lucha por sobrevivir y su gesto heroico ya la convirtió en un símbolo de amor y valentía.
Jorge Islas Flores, el politécnico que pintaba la vida
El Instituto Politécnico Nacional confirmó la muerte de Jorge Islas Flores, trabajador del CECyT 7 “Cuauhtémoc”. Además de su labor como parte del Personal de Apoyo y Asistencia a la Educación, Jorge era pintor y recientemente había terminado un mural en su plantel.
El día de la explosión regresaba de sus labores cuando fue alcanzado por el flamazo. Su esposa, Laura López, recibió su cuerpo entre lágrimas y mensajes de solidaridad. La comunidad politécnica lo recuerda como un hombre querido, talentoso y cercano.
Eduardo Noé García Morales, maestro de matemáticas
De unos 55 años, Eduardo Noé García Morales enseñaba matemáticas en la Secundaria Técnica No. 53 y en la Preparatoria Oficial No. 327, en Los Reyes La Paz. Su muerte provocó enorme consternación entre alumnos y colegas, quienes lo describen como un maestro exigente pero afectuoso, siempre dispuesto a apoyar.
En su memoria, estudiantes colocaron flores, veladoras y mensajes de despedida en los planteles. Su legado quedará en cada joven al que inspiró con su amor por los números.
Fernando Soto Munguía, el chofer que intentó evitar la tragedia
El conductor de la pipa, Fernando Soto Munguía, de 39 años, fue uno de los primeros heridos. Testigos afirman que gritó para que la gente corriera y trató de liberar presión de las válvulas antes de la explosión.
Con quemaduras en el 90% de su cuerpo, fue trasladado al Hospital de Traumatología “Victoriano de la Fuente Narváez”. Sus compañeros señalaron que ya había reportado las malas condiciones de la unidad. Su intento por prevenir la tragedia lo muestra como un hombre consciente y valiente.
La incógnita de “la mujer del tatuaje de Laurel”
Entre las víctimas también se encuentra una mujer aún sin identificar, conocida como “la mujer del tatuaje de Laurel”. Tenía grabado en el brazo derecho la palabra “Laurel” y en la espalda un corazón.
Fue llevada al Hospital Magdalena de las Salinas con quemaduras en más del 80% de su cuerpo. Algunos reportes señalan que murió sin ser reclamada; otros dicen que aún lucha por sobrevivir.
Su caso podría estar vinculado a Verónica Guarneros Martínez, de 21 años, desaparecida según su hermana Belem, aunque la confirmación depende de pruebas de ADN. Su identidad sigue envuelta en incertidumbre, pero no en olvido.
Un dolor compartido
La explosión dejó además decenas de heridos y familias con profundas pérdidas. Sin embargo, también mostró la solidaridad de la gente: vecinos, voluntarios y autoridades que ayudaron a trasladar lesionados, dar alimentos o brindar consuelo en medio del caos.
Las autoridades de la CDMX confirmaron que mantienen contacto con la empresa Silza, responsable de la pipa, para atender a las víctimas y a sus familias.
Hoy, más allá de cifras y comunicados, cada nombre resuena como un recordatorio de lo frágil y valiosa que es la vida: Ana Daniela, Jorge, Eduardo, Fernando, Alicia y la mujer del tatuaje de Laurel. Personas distintas, unidas por la tragedia, pero también por la memoria de una ciudad que no quiere olvidarlas.
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