En un golpe contundente al mercado negro de piezas automotrices, autoridades de la Ciudad de México desarticularon un centro de acopio masivo en la colonia Exhipódromo de Peralvillo. El hallazgo: mil toneladas de componentes vehiculares de marcas diversas, desde motores hasta faros, evidenciando una red sofisticada de desmantelamiento ilegal.
El decomiso incluyó piezas de alta demanda en el mercado clandestino, como sistemas de transmisión y carrocerías.
Este operativo, parte de la estrategia Fortaleza, revela una paradoja: mientras las tecnologías vehiculares avanzan, los delincuentes retroceden a técnicas de desguace manual. ¿Podría este modelo delictivo inspirar sistemas de reciclaje autorizados que combatan el hurto? La SSC, en colaboración con la Fiscalía capitalina, sugiere que cada pieza incautada es un rompecabezas para rastrear organizaciones trasnacionales.
Lo más revelador: las 2,000 toneladas recuperadas en cinco meses superan el peso de la Torre Eiffel. Esto plantea un desafío disruptivo: en lugar de destruir las piezas, ¿por qué no convertirlas en bancos de pruebas para talleres legales o centros de innovación en seguridad automotriz? Las cifras exponen una economía paralela que, con enfoques creativos, podría reorientarse hacia soluciones de movilidad sustentable.
Sin detenidos en esta acción, el caso evidencia la necesidad de estrategias más allá de los cateos. Expertos proponen blockchain para rastrear autopartes o incentivos fiscales para talleres que certifiquen el origen legal de sus componentes. La revolución contra este delito no está en más decomisos, sino en reimaginar todo el ecosistema automotriz.