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Inicia consulta pública para la revisión del T-MEC

Desde mi experiencia en el ámbito del comercio internacional, he sido testigo de cómo los procesos de consulta como el que acaba de iniciar la Secretaría de Economía son la piedra angular de cualquier negociación exitosa. No se trata de un mero trámite burocrático; es el momento donde la voz de la industria, los especialistas y la sociedad civil puede moldear el futuro de las relaciones económicas. Recuerdo claramente las rondas previas al tratado original, donde los detalles aparentemente pequeños, surgidos precisamente de estas consultas, terminaron definiendo el acceso a mercados para sectores clave años después.

Como lo detalló el secretario Marcelo Ebrard a través de sus redes sociales, las bases de esta consulta pública se publicarán en el Diario Oficial de la Federación (DOF). Este paso es crucial, pues establece las reglas del juego y los plazos. Una lección aprendida a lo largo de los años es que la participación temprana y informada marca la diferencia. Quienes esperan hasta el último momento suelen encontrar que el tren de la negociación ya partió.

El objetivo, tal como lo explicó el funcionario, es realizar una evaluación exhaustiva del desempeño del T-MEC (conocido como USMCA en Estados Unidos y CUSMA en Canadá) desde su entrada en vigor en 2020 hasta la actualidad. En la práctica, he visto que estas revisiones no se tratan de desechar lo acordado, sino de perfeccionarlo. La pregunta central siempre es: ¿qué debemos añadir, modificar o mejorar para que el tratado siga siendo un instrumento vivo y relevante para la economía del siglo XXI?

El proceso será digital, lo que agiliza la recepción de comentarios y facilita una participación más amplia. Sin embargo, el verdadero trabajo comienza después, con la evaluación interna de cada aportación. Aquí es donde se separa la teoría de la práctica: no todas las propuestas son viables, y el arte de la negociación consiste en encontrar el equilibrio entre el ideal y lo posible.

Echo un vistazo a la postura de organismos como la Concanaco-Servytur, que ya aboga por reglas de origen justas y beneficios arancelarios mutuos. Sus puntos de vista son valiosos, pero el desafío real en las mesas de trabajo trilaterales será armonizar estas aspiraciones nacionales con los intereses, a menudo contrapuestos, de los socios comerciales. La sabiduría acumulada en estos años me dice que los mejores resultados no surgen de imponer, sino de construir consensos que fortalezcan la producción nacional sin cerrar las puertas a la integración regional. Este es solo el primer paso de un largo y complejo camino que definirá el futuro económico de Norteamérica.

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