La Negativa Diplomática: ¿Qué Ocultó la Detención de la Flotilla Sumud?
Desde la embajada de Israel en México, una voz se alza para desmentir categóricamente las acusaciones. Einat Kranz Neiger, la embajadora, asegura que las seis personas mexicanas detenidas, quienes integraban la Flotilla Global Sumud con rumbo a Gaza, no sufrieron maltrato alguno. Pero, ¿es esta la historia completa? La investigación revela que las aguas diplomáticas son más turbulentas de lo que aparentan.
La postura de la diplomática israelí surge como reacción a una decisión de estado: México elevará formalmente la denuncia por la detención ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Frente a este movimiento, la embajadora Kranz Neiger responde con evasivas: “No tengo una respuesta oficial sobre esto. Si es que se va a presentar el tema, vamos a tener que tener nuestra postura”. Esta declaración contrasta con la firmeza del canciller Juan Ramón de la Fuente, quien ante el Senado defendió la vía del derecho internacional y los organismos multilaterales como el camino a seguir.
¿En qué se basa la confianza israelí? La fuente principal parece ser el testimonio del embajador mexicano en Israel, Mauricio Escanero, quien visitó a los connacionales. La versión oficial relata que él reportó que se encontraban en “buen estado“. “Nosotros estamos completamente seguros que ellos recibieron un trato digno”, insistió Kranz Neiger. Sin embargo, un periodista investigativo debe preguntarse: ¿una visita diplomática supervisada puede revelar la totalidad de los hechos ocurridos durante la detención?
La narrativa oficial se fractura aún más cuando la embajadora desestima las quejas de otros participantes de la flotilla, sugiriendo un “propósito de deslegitimar a Israel”. Esta perspectiva plantea una duda crucial: ¿se está utilizando el descrédito sistemático para opacar posibles irregularidades?
La justificación para la interceptación no tarda en llegar. Kranz Neiger defiende el bloqueo marítimo sobre Gaza, calificándolo de “legal, legítimo e internacionalmente reconocido”. Afirma que “es ilegal tratar de romper un bloqueo legítimo”, etiquetando así la misión humanitaria como una “provocación”. Esta postura choca frontalmente con el derecho humanitario internacional, que garantiza el libre acceso de la ayuda.
Más allá del incidente inmediato, la embajadora aprovechó el segundo aniversario del conflicto para celebrar el plan de paz de Donald Trump y reiterar que Israel no buscó la guerra. En un giro revelador, mientras lamentaba la pérdida de vidas civiles, celebró la liberación de 48 personas israelíes secuestradas por Hamas, entre ellas el novio de la mexicana-israelí Ilana Gritzewky. Al rechazar que se tratara de un “intercambio” por casi dos mil palestinos, a quienes calificó de terroristas, admitió: “Es un precio muy caro que Israel está pagando”.
Al concluir, la diplomática trazó una línea divisoria: “Las personas palestinas no son nuestros enemigos, nuestro enemigo es Hamás”. No obstante, cerró cualquier perspectiva inmediata de solución al afirmar que es “muy prematuro hablar de un estado Palestino”.
La investigación deja al descubierto no solo dos versiones opuestas sobre un evento concreto, sino la profunda grieta en la narrativa del conflicto. La negativa israelí, aunque firme, se enfrenta a la acción sin precedentes de México de llevar el caso a la máxima instancia global de derechos humanos. La verdad completa sobre lo ocurrido a bordo de la Flotilla Sumud quizás aún espera ser descubierta, pero una cosa es clara: la batalla por el relato oficial ha comenzado en los pasillos de la ONU.