La Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el epicentro literario de nuestro idioma, ya tiene nuevo protagonista. Tras el emotivo traspaso de poderes, Italia se alista para ser el invitado de honor en su edición de 2026. En este oficio, he visto cómo estos momentos no son solo protocolo; son el latido mismo de la diplomacia cultural, donde un objeto simbólico puede condensar siglos de historia.
“Es un italiano, Aldo Manuzio, quien un día comprende, súbitamente, que las hojas impresas deben ser prácticas, portátiles, y crea el libro en el formato íntimo que hoy conocemos”, reflexionó Filippo de la Rosa, ministro plenipotenciario italiano, durante la ceremonia del cambio de estafeta. Su observación me recordó que, a menudo, las revoluciones más perdurables son aquellas que simplifican y acercan el conocimiento. Italia no solo nos regaló ese formato, sino una tradición intelectual inmensa.
El profundo significado de la presencia italiana
El lema “El mundo nos habla como un gran libro” guiará una programación que honrará hitos fundamentales: los 800 años de San Francisco de Asís, padre del idioma italiano; el centenario del dramaturgo Darío Fo; y el bicentenario de Carlos Collodi, genio detrás de “Pinocho”, la obra más traducida del planeta. Seleccionar estos ejes no es casual; es una lección curatorial: una presencia de honor debe tejer un relato que una pasado, presente y futuro.
El ritual del intercambio de obsequios siempre deja enseñanzas. Barcelona, la invitada anterior, entregó una loseta de plata de Antoni Gaudí, una joya del modernismo catalán. Italia correspondió con el volumen “Italia maravillosa”, un compendio fotográfico de sus palacios y jardines. Estas acciones van más allá de lo ceremonial; son la semilla de un diálogo tangible entre patrimonios, una práctica que he visto germinar en colaboraciones fructíferas años después.
La filosofía detrás del objeto libro
“Estamos orgullosos de representar a Italia a través de sus escritores, pensadores, científicos…”, afirmó De la Rosa. Y añadió una verdad que comparto plenamente tras décadas en ferias: “El libro es un gran compañero de viaje que soporta caídas”. En la era digital, reafirmar la materialidad resiliente del libro, ese “milagro de la técnica humana” al nivel de la rueda, es un acto de sabiduría. Nos recuerda que es un artefacto de convivencia, memoria y resistencia.
“Qué mejor lugar que la FIL para entablar ese diálogo entre Italia, un país innovador con gran historia, y México, con su temperamento sísmico y creativo”, señaló el ministro. Esta es la esencia: las ferias exitosas son aquellas que facilitan este choque creativo de cosmovisiones, donde la tradición y la vanguardia se reconfiguran mutuamente.
Un compromiso institucional
El acto contó con la presencia de figuras clave como José Trinidad Padilla López, presidente de la FIL, y Marisol Schulz, su directora general. Su participación no es mero formalismo; es el respaldo institucional que garantiza que esta invitación se transforme en un programa sólido. La experiencia me ha enseñado que sin este compromiso desde la dirección, incluso las ideas más brillantes pueden quedar en el camino.
Ahora, el camino a 2026 está pavimentado. La tarea, y lo digo por experiencia, es que la celebración no se quede en la nostalgia, sino que active nuevas traducciones, descubrimientos editoriales y debates que resonarán mucho después de que bajen las cortinas. Italia tiene la palabra, y el libro, como siempre, será su mejor embajador.


















