Jalisco bate récords en fosas clandestinas mientras las autoridades cuentan cadáveres

En el glorioso estado de Jalisco, tierra del tequila y el mariachi, el gobierno ha encontrado una nueva forma de medir el progreso: el ranking de fosas clandestinas. Con 33 zanjas de la muerte descubiertas en solo cinco meses, la entidad se consolida como campeona nacional en el macabro deporte de esconder cadáveres. Las estadísticas, presentadas con el rigor de un informe bursátil, revelan que cada fosa viene con un promedio de 3.2 cuerpos de regalo, aunque la oferta podría aumentar pronto, porque las excavaciones siguen en curso.

El Rancho Izaguirre, rebautizado como “campo de entrenamiento” por los entusiastas del crimen organizado, demuestra que en México hasta la agricultura se ha diversificado: antes se sembraba maíz, ahora se cosechan huesos. Mientras tanto, los municipios compiten por el título de “mejor escondite para cadáveres”, con Tlajomulco liderando la tabla de posiciones gracias a sus 11 fosas de excelencia.

Las autoridades, siempre atentas a los detalles, se esfuerzan por procesar los 11 sitios pendientes, porque nada dice “estado de derecho” como una buena hoja de cálculo con víctimas por cuadrante. Los números, eso sí, mejoran cada año: en 2024 fueron solo 121 cuerpos, una cifra casi modesta comparada con los 301 de 2022. ¿Progreso? No, solo un cambio de contabilidad.

Mientras tanto, los colectivos de buscadores hacen el trabajo que el Estado abandonó, rastreando restos óseos como si fueran arqueólogos de una civilización que se extinguió bajo balas. Y así, entre informes burocráticos y fosas sin registrar, Jalisco sigue escribiendo su historia… una fosa a la vez.