La creciente ola de violencia urbana en México cobró otra vida joven. Sergio Francisco “N”, de 16 años, murió tras recibir un disparo en la cabeza mientras viajaba en transporte público en Mazatlán. El hecho, que evidencia la alarmante normalización de la violencia armada, ocurrió como consecuencia de un conflicto vial entre el conductor del autobús y el ocupante de un vehículo particular.
La tragedia se desencadenó a partir de una discusión de tráfico, un tipo de conflicto urbano común que, en este caso, escaló de manera letal. Dos individuos en motocicleta, presuntamente vinculados a una de las partes, interceptaron la unidad y abrieron fuego contra el parabrisas. Uno de los proyectiles impactó al adolescente, quien en ese instante se comunicaba con su familia mediante mensajes de texto.
El ataque, registrado en la avenida Sánchez Escobosa, dejó al descubierto la vulnerabilidad de los ciudadanos en espacios supuestamente seguros. El conductor, objetivo principal del atentado, alertó a los servicios de emergencia para solicitar auxilio para el pasajero herido, quien fue trasladado de inmediato a un centro hospitalario donde finalmente falleció a causa de las lesiones.
Este incidente no es un hecho aislado, sino un síntoma de una problemática estructural de seguridad y la facilidad con la que se recurre a la violencia armada para resolver disputas banales. La ciudadanía exige respuestas y políticas públicas efectivas que garanticen su derecho a transitar con seguridad.
