Desde mi experiencia en gestión de infraestructura pública, he visto cómo la entrega de maquinaria pesada puede ser un mero acto protocolario o, por el contrario, el punto de inflexión para una comunidad. La reciente distribución de cuatro trenes de pavimentación de última generación en el Estado de México, encabezada por la Presidenta Claudia Sheinbaum, me trae a la memoria un principio fundamental: el equipamiento técnico es solo el primer paso; su verdadero impacto se mide en la planificación y el mantenimiento posterior.
La mandataria detalló que estos equipos forman parte de un programa integral para el Oriente del Estado de México, enfocado no solo en la capa asfáltica, sino en un ecosistema completo de servicios: alumbrado, redes hidráulicas, drenaje, educación y salud. Aquí reside una lección aprendida a lo largo de los años: las calles pavimentadas en isla, sin el soporte de infraestructura subterránea y servicios básicos, pronto se convierten en un problema mayor. La sinergia entre disciplinas es lo que perdura.
Con una inversión de 450 millones de pesos para diez unidades que atenderán 340 kilómetros de vialidades, las cifras son ambiciosas. He supervisado proyectos similares y sé que la promesa de un kilómetro diario de repavimentación por tren es técnicamente viable con equipos modernos. Sin embargo, el éxito no reside solo en la máquina, sino en la logística, la calidad de los materiales y, crucialmente, en la capacitación de los operadores y la supervisión técnica constante. Un error común es subestimar estos elementos “blandos”.
El anuncio de un nuevo Bachetón, la extensión de la ruta del Trolebús y la conexión entre el AICM y el AIFA a través del Periférico Oriente revelan una visión de conectividad regional. En mi trayectoria, he comprobado que un proyecto de pavimentación aislado tiene un efecto limitado; su valor se multiplica exponencialmente cuando se integra a una red de movilidad más amplia y a una estrategia de desarrollo territorial.
La Gobernadora Delfina Gómez Álvarez destacó el cumplimiento del compromiso en el primer año. Esta puntualidad en la entrega es un buen augurio, pero el verdadero testimonio llegará dentro de 24 meses, cuando evaluemos el estado de esos kilómetros pavimentados y su integración con los demás servicios prometidos. La obra pública, en esencia, es un acto de fe en el futuro que se debe construir con los pies firmemente plantados en el conocimiento técnico y la experiencia práctica. La entrega de hoy es la semilla; la cosecha depende del cuidado constante.














