La Armada de México moderniza su marco legal operativo

Una Iniciativa para la Modernización Naval

Desde mi perspectiva, tras años de observar la evolución de nuestras instituciones castrenses, la iniciativa presidencial para una nueva Ley Orgánica de la Armada de México no es una mera formalidad legislativa. Es un reconocimiento tácito de una realidad que he visto desarrollarse: las Fuerzas Armadas han sido cargadas con responsabilidades civiles crecientes, a menudo sin el andamiaje jurídico y logístico necesario para ejecutarlas de manera óptima.

Imagen: El Universal.

El proyecto busca, con acierto, armonizar y robustecer las capacidades operativas de la institución. He aprendido que cuando a una institución se le encomiendan misiones como el cuidado de aduanas—una tarea que dista mucho de su formación naval tradicional—sin los recursos y el marco legal adecuados, se crea una brecha peligrosa entre la expectativa y la capacidad real. Esta iniciativa parece ser un intento por cerrar esa brecha.

El documento, recibido por la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, argumenta que el objetivo es “armonizar las atribuciones… con las tareas encomendadas respecto al mantenimiento del estado de derecho“. En la práctica, esto se traduce en algo que siempre he considerado crucial: la claridad. Una cadena de mando confusa o atribuciones superpuestas son un lastre para la eficacia en materia de seguridad.

La exposición de motivos es clara al señalar que las sucesivas reformas han incrementado las atribuciones de la Secretaría de Marina, incluyendo la “coordinación con entidades paraestatales y aduanas”. Por experiencia, sé que esta expansión de roles, si no se gestiona con precisión, puede diluir el enfoque central de una institución. Por ello, el llamado a mejorar la formación, el adiestramiento y la inteligencia para consolidar una Autoridad Marítima Nacional sólida es un paso en la dirección correcta.

Quizás el aspecto más visionario de la propuesta es la integración formal de capacidades cibernéticas y la creación de Unidades de Soporte Estratégico para la Ciberdefensa e Inteligencia Artificial. He sido testigo de cómo el dominio digital se ha convertido en un nuevo teatro de operaciones. No incorporar estas capacidades sería como enviar a un marinero al combate con un barco de vela en la era de los destructores. Esta modernización es una necesidad estratégica, no una opción.

La inclusión de tareas de protección aeroportuaria a través de las Unidades Navales de Protección Aeroportuaria refuerza esta tendencia de asignar a la Marina responsabilidades de seguridad interior complejas. La lección que he aprendido es que la flexibilidad y la capacidad de adaptación son tan importantes como la potencia de fuego en el panorama de seguridad moderno.

Finalmente, los ajustes propuestos en la estructura de mando, integrando al Consejo del Almirantazgo, la Subsecretaría de Asuntos Marítimos y Portuarios y la Jefatura de Operaciones Navales, reflejan un intento por crear un organismo de toma de decisiones más ágil y coherente. La burocracia, he comprobado, puede ser un enemigo tan formidable como cualquier otro.

Con la iniciativa en manos de los diputados y su trámite previsto para la sesión de este martes, el verdadero desafío, como siempre, residirá en la implementación. Las mejores leyes en el papel pueden fracasar sin la voluntad política, la asignación presupuestaria adecuada y el liderazgo institucional para llevarlas a la práctica. El tiempo, como en todas las cosas, tendrá la última palabra.

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