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La Armada Mexicana y su épica batalla contra costales flotantes

Un triunfo marítimo de proporciones épicas que revela el absurdo de una guerra interminable. Las cifras oficiales esconden una realidad distorsionada.

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El Gran Teatro de los Mares: Una Ópera Buena en un Acto

En un despliegue de fuerza que hubiera dejado pálido al mismo Neptuno, el inmenso aparato burocrático-militar de la nación —una hidra de siglas que incluye a la Semar, la Sedena, la FGR, la GN, la SSPC y probablemente también al sindicato de taxistas— se unió en una misión de precisión quirúrgica. El objetivo: interceptar a un formidable enemigo que flotaba a la deriva, indefenso y silente, a merced de las olas. Treinta costales.

La operación, digna de un guion de Hollywood, requirió de un buque, una aeronave y el celo meticuloso de un ejército de funcionarios para capturar a este escurridizo adversario hecho de plástico negro. No hubo disparos, no hubo resistencia. Solo el heroico avistamiento de bultos que, hay que decirlo, no hacían mucho por esconderse.

El botín, casi una tonelada de cocaína, fue presentado como un golpe maestro al crimen. Las cifras se anunciaron con pompa: se salvaron a 1,800,360,000 jóvenes de una dosis de miseria, una precisión numográfica que raya en lo poético. El cálculo económico del daño al erario delictivo —210,979,687,500 pesos— fue anunciado con la solemnidad de quien ha descifrado el código Da Vinci, y no con la vaguedad de quien juega al billar con números en una rueda de prensa.

Línea divisoria entre la realidad y el relato oficial

Así, la administración en curso suma ya 46 toneladas de cocaína aseguradas en altamar. Casi tanto como la retórica vacía empleada para celebrarlo. Mientras los pescadores de pacotilla son neutralizados con eficacia marcial, los señores del narco, aquellos que mueven las piezas en este ajedrez húmedo, deben de reírse desde sus mansiones, viendo cómo el Estado se enorgullece de pescar la basura que a ellos ya no les sirve.

Todo ello, por supuesto, para mantener el sagrado Estado de derecho en las aguas nacionales. Un estado de derecho que, como los costales, a veces flota y a veces se hunde, pero siempre es útil para justificar el próximo acto de esta comedia trágica que todos financiamos.

La carpeta de investigación ya está abierta. Las indagatorias, en marcha. El circo, montado. Y el pueblo, distraído con otro capítulo de la interminable guerra contra un enemigo que el poder mismo necesita para existir.

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