La advertencia de la agencia calificadora Fitch Ratings no deja lugar a dudas: el sistema bancario mexicano se encamina hacia un período de turbulencias. ¿Están preparadas las instituciones financieras para navegar un escenario de márgenes comprimidos, demanda crediticia débil y una desaceleración económica que ya deja huella en sus balances? La investigación revela que los primeros síntomas de estrés son más que cifras aisladas; son el preludio de un año complejo.
Según documentos y análisis internos consultados, la combinación de tasas de interés a la baja y una creciente morosidad en préstamos personales y tarjetas de crédito está erosionando la rentabilidad. Pero, ¿cuál es el verdadero motor detrás de esta cautela? Testimonios de analistas sugieren que la incertidumbre no es solo cíclica. Los riesgos políticos y fiscales domésticos, sumados a las tensiones comerciales en el marco del T-MEC, están congelando decisiones de inversión y enfriando el ánimo de consumidores y empresas por igual.
La pista del dinero: morosidad y lavado de activos
Al profundizar, surge una capa adicional de preocupación. Fuentes dentro del sector, que piden mantener el anonimato, señalan que el aumento de la cartera vencida no es un fenómeno aislado. Coincide con una alerta máxima sobre los riesgos de lavado de dinero, lo que fuerza a los bancos a destinar recursos cruciales a cumplimiento normativo en un momento de ya de por sí estrechos márgenes operativos. ¿Existe una conexión entre la debilidad económica y un posible incremento en operaciones ilícitas? Los reguladores mantienen una vigilancia estrecha, pero la presión sobre los resultados es innegable.
Conectando los puntos: de la macroeconomía a la utilidad neta
El hilo conductor lleva inevitablemente a las cifras duras. Datos oficiales de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) confirman la tendencia: una caída consecutiva en las utilidades reales de la banca múltiple, con una contracción particularmente aguda en las siete instituciones de mayor importancia sistémica. Este no es un ajuste menor; es la materialización de un enfriamiento que, según Fitch, se hizo evidente desde el tercer trimestre de 2025 y que se extenderá durante el próximo año.
La conclusión de esta investigación periodística es clara: la narrativa de solidez y resiliencia del sector bancario mexicano está siendo puesta a prueba. La conjunción de factores externos —geopolítica comercial, política fiscal— e internos —calidad de activos, eficiencia operativa— está creando una tormenta perfecta. Si bien los niveles de capital siguen siendo sólidos, la verdad oculta es que 2026 se perfila como un año de resistencia, donde la capacidad de gestión de estos riesgos entrelazados definirá a los ganadores y perdedores. La bonanza ha terminado, y la etapa de la prudencia extrema ha comenzado.


















