La burocracia climática frente al espectáculo de la furia tropical

En un acto de insubordinación meteorológica que pareciera burlarse de los boletines oficiales, el otrora difunto fenómeno conocido como “Mario” ha resucitado con la fervorosa determinación de un político en campaña. Los remanentes del sistema, en un arranque de vitalidad que envidiaría cualquier institución gubernamental, se reorganizaron meticulosamente hasta alcanzar el glorioso estatus de tormenta tropical, posicionándose a 490 kilómetros al sur de Cabo San Lucas como si se tratara del más puntual de los funcionarios públicos.

La Comisión Nacional del Agua, en su habitual papel de narradora oficial de lo inevitable, anunció con solemnidad burocrática que este meteoro redivivo presenta vientos máximos sostenidos de 65 kilómetros por hora -cifra que coincide sospechosamente con la velocidad promedio de trámites gubernamentales- acompañados de ráfagas de 85 km/h que emulan la celeridad con que se esfuman los presupuestos para prevención de desastres.

Las bandas nubosas de este ciclón, en un espectáculo coreográfico que supera cualquier plan de contingencia, se disponen a regalar a la población del sur de Baja California Sur el consabido repertorio de lluvias fuertes, vientos huracanados y oleaje elevado. Todo ello, por supuesto, convenientemente empaquetado como “fenómeno natural” para eximir de responsabilidades a la ingeniería social que construye ciudades donde la naturaleza había previsto cauces de agua.

El comunicado oficial, redactado con esa prosa que transforma catástrofes en poesía burocrática, advierte sobre encharcamientos, deslaves e inundaciones en zonas bajas -esos mismos territorios que misteriosamente obtuvieron permisos de construcción- acompañados del pirotécnico espectáculo de descargas eléctricas que iluminarán, mucho mejor que cualquier alumbrado público, la vulnerabilidad de la infraestructura nacional.

Como colofón a esta tragicomedia climatológica, se recomienda a la población -esa masa anónima que siempre recibe recomendaciones pero nunca explicaciones- seguir las instrucciones de Protección Civil y extremar precauciones, en el mismo espíritu con que se extremaron los recortes presupuestales a los sistemas de monitorización meteorológica. La naturaleza, al parecer, sigue negándose a leer los manuales de procedimiento administrativo.

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