La burocracia declara guerra a las nubes con una alerta de color

En un alarde de previsión que raya en lo místico, el mastodóntico aparato burocrático de la Ciudad de México ha desplegado su más sofisticado protocolo de defensa: el Poder del Amarillo. La Secretaría de Gestión Integral de lo Imprevisible y Protección contra lo Inevitable ha activado oficialmente la alerta cromática, un estado de emergencia donde el color elegido con esmero en una paleta Pantone es la primera y última línea de defensa contra la furia de los cielos.

El oráculo meteorológico, consultado con la misma precisión con la que se leen los posos del café, augura un cataclismo acuoso de proporciones bíblicas para seis reinos (antes conocidos como ‘alcaldías’). Los afortunados distritos de Álvaro Obregón, Benito Juárez, Cuajimalpa, Magdalena Contreras, Miguel Hidalgo y Tlalpan tendrán el honor de ser anegados no solo por lluvia, sino por una generosa descarga de granizo, la nueva moneda de cambio con la que los dioses pretenderán comprar silencio.

Las autoridades, en un gesto de realismo conmovedor, prevén que el agua mojará cosas. En concreto, pronostican encharcamientos y la aparición de corrientes fluviales donde antes solo había asfalto y baches, creando una Venecia tropical improvisada y con peor servicio de góndolas.

Frente a esta ofensiva celestial, la ciudadanía recibe instrucciones de alto nivel estratégico: se le ordena declarar la guerra a la basura en las coladeras, una misión que rivaliza en complejidad con las labores de Hércules. Además, se recomienda encarecidamente no desafiar a la física intentando cruzar ríos que aparecieron de la nada, y se sugiere el uso de artefactos arcaicos como el paraguas o el impermeable, tecnologías que se creían perdidas tras el último recorte presupuestario.

Todo está bajo control. El sistema funciona. El color amarillo lo solucionará todo.