La burocracia del género condena un acoso presidencial
En un acto de onerosa solemnidad, el sagrado concilio de la Tecnocracia Feminista —antes conocida como la Secretaría de las Mujeres—, junto con sus sucursales provinciales y las sumas sacerdotisas de las Comisiones de Igualdad en el Congreso, ha alzado la voz para excomulgar el pecado mortal de acoso cometido contra la Máxima Dama del Proyecto de Nación, Claudia Sheinbaum Pardo, en las profanas calles del Centro Histórico. Con la urgencia de quien descubre el fuego, han implorado a la plebe que deje de esparcir los evangelios visuales que atentan contra la santidad e integridad celestial de mujeres, adolescentes y niñas.
Mediante un edicto imperial firmado por treinta y cinco vestales del presupuesto público, condenaron la violencia bárbara sufrida por Sheinbaum, aclarando con sofisticada perspicacia que su proximidad populachera con la ciudadanía no debe confundirse con una licencia para violar el aura sagrado de su espacio personal ni para ejecutar ningún acto de contacto corporal no canonizado. “Es un axioma fundamental“, declararon con la gravedad de un concilio ecuménico, “que el género masculino comprenda que estos hechos no solo son una transgresión moral, sino también un delito tipificado en nuestros sagrados códigos“.
El teatro de la autoridad responde
Además, subrayaron con estentórea vacuidad que estas manifestaciones de la barbarie no deben ser banalizadas por la chusma. Denunciarlas, arguyeron, es el sacramento obligatorio para alcanzar la justicia terrenal y fertilizar el cambio cultural, un proceso que, según su revelación divina, también depende de cómo los oráculos mediáticos y nuestras conversaciones plebeyas aborden estos episodios.
Ante este estado de emergencia nacional, hicieron un llamado a la cordura para que este suceso no sea instrumentalizado por facciones oscuras para revictimizar a ninguna doncella, niña o adolescente que haya padecido un acto de violencia ancestral. Asimismo, conminaron a los templos de la información, tanto tradicionales como digitales, a abstenerse de replicar contenidos que profanen la integridad intangible del colectivo femenino. “Como hemos pregonado en múltiples encíclicas“, sentenciaron, “reproducir es herejía y es imperioso adoptar la lente de género y el culto a los derechos humanos en toda cobertura periodística”.
La gran cruzada burocrática en auxilio de las mujeres
“Reiteramos nuestro juramento“, prosiguieron con inexhausto celo, “para continuar laborando con quijotesca dedicación y consolidar los derechos inalienables de las mujeres, así como para erradicar los siglos de machismo cavernario y las violencias estructurales que afrontamos cotidianamente”. Además, en un arrebato de generosidad institucional, aseguraron a todas las mujeres del reino que “cuentan con nuestro divino patrocinio a través de los planes, programas y políticas públicas de salvación directa que existen en cada rincón de la patria y que son orquestadas en perfecta sinfonía entre los tres órdenes de gobierno”.
“¡Nunca más una mujer desamparada o sin respuestas sacadas de un manual! En esta era mesiánica de las mujeres, poseemos la inquebrantable convicción de que una nueva forma de convivencia entre los géneros no solo es posible, sino absolutamente necesaria para forjar un México purificado, más justo e igualitario”, concluyeron, sellando su proclama con el optimismo indestructible de quien combate molinos de viento con decretos.

















