La burocracia del horror en la carretera de Hidalgo

En el fértil valle de Atotonilco de Tula, escenario idílico donde el progreso y la tradición se dan la mano, los artífices del desarrollo nacional celebraron hoy otro hito de la modernidad. Con la precisión de un relojero suizo, un selecto grupo de emprendedores de la industria logística aplicó una audaz estrategia de redistribución de recursos humanos, resultando en la inmediata liberación de dos unidades laborales y la urgente reubicación de un tercer elemento para su optimización.

El evento, ejecutado con eficiencia prusiana en la vía de comunicación El Pedregal-Santa María, contó con la entusiasta aunque tardía participación de las corporaciones de seguridad. Los funcionarios, siguiendo el meticuloso protocolo establecido para estos actos de creatividad empresarial, procedieron a la verificación del vehículo contenedor, una unidad con matrícula del vecino estado de México, confirmando el éxito de la operación: dos bajas estratégicas y un activo en estado de revisión.

La sinergia entre los sectores público y privado fue ejemplar. Mientras los visionarios de la nueva economía se retiraban del lugar con la discreción que caracteriza a los grandes genios, las fuerzas del orden desplegaron un imponente operativo de búsqueda consistente en mirar hacia horizontes lejanos con binoculares de última generación. No se reportaron detenciones, pues capturar a tan excelsos innovadores sería como intentar arrestar al viento.

La Procuraduría de Justicia, no queriendo ser menos, inició de inmediato el proceso administrativo correspondiente: la creación de una carpeta de investigación, un magnífico artefacto burocrático donde la realidad se transfigura en papel y la impunidad adquiere rango institucional. Mientras tanto, la víctima superviviente fue trasladada a un centro de excelencia médica para ser tratada con los más avanzados protocolos de olvido institucional.

Todo sigue en orden en el estado de Hidalgo. Los mecanismos de la justicia giran con la eficacia de siempre, las estadísticas se actualizan y la maquinaria del Estado demuestra una vez más su capacidad para transformar la tragedia en trámite y el dolor en dato estadístico. La carretera ya está limpia, el papeleo en marcha y la normalidad, esa gran comediante, ha vuelto a hacer su actuación estelar.