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La burocracia mata mientras un perro agoniza y las redes estallan

Las autoridades ignoran el sufrimiento de un perro maltratado mientras la indignación crece en redes.

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En un episodio que confirma que el sistema funciona con la eficiencia de un triciclo sin ruedas, la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial (PAOT) demostró una vez más que su especialidad es repartir citatorios como si fueran volantes de descuento en el supermercado. El caso: un perro arrastrándose con una fractura de cadera, víctima de lo que los humanos llaman “maltrato” y las instituciones llaman “un asunto de baja prioridad”.

La activista Alina, en un acto de fe digno de los primeros cristianos, creyó que denunciar el caso serviría de algo. Grave error. Las autoridades, siguiendo el protocolo oficial (que incluye tomar fotos para el archivo y evitar cualquier acción concreta), se presentaron, miraron al animal como si fuera una escultura abstracta, y se retiraron con la solemnidad de un séquito real. El perro, mientras tanto, seguía preguntándose en qué momento la evolución lo traicionó.

Pero el verdadero giro tragicómico llegó cuando los dueños, tras recibir el temible citatorio (un documento que, al parecer, asusta menos que un globo desinflado), decidieron que la mejor solución era subir al perro a un auto y abandonarlo en un lugar desconocido. ¿Razón? Las autoridades, en su infinita sabiduría, omitieron medidas cautelares porque, claro, ¿para qué molestar a los presuntos maltratadores si podemos molestar a la sociedad con nuestra inoperancia?

Mientras la PAOT y la Fiscalía de Justicia competían por el premio al “Procedimiento Más Inútil del Año”, Alina recurrió al único poder que parece funcionar en estos tiempos: las redes sociales. Allí, la ciudadanía indignada demostró más empatía que todas las instituciones juntas, organizándose para buscar al can. ¿Moraleja? En este país, un tweet tiene más fuerza que una ley, y un perro abandonado recibe más ayuda de extraños que de quienes juraron protegerlo.

Así, entre citatorios que valen menos que el papel en que se imprimen y funcionarios que actúan como si su trabajo fuera una performance artística, el perro sigue desaparecido. Pero no se preocupen: las fotos del operativo ya están en redes. Eso debería bastar, ¿no?

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