La burocracia navega mientras Poza Rica se hunde

La burocracia navega mientras Poza Rica se hunde

Foto: El Universal

En un espectáculo acuático de proporciones bíblicas, el Río Cazones decidió expandir su dominio territorial sobre la ciudad petrolera de Poza Rica, demostrando que cuando la naturaleza se pone burocrática, no hay árbol lo suficientemente alto donde agarrarse.

El grito de “¡Ayúdame!” de un niño aferrado a un árbol se mezclaba armoniosamente con el coro de funcionarios que, desde sus oficinas secas, coreaban el mantra nacional: “resiste un poquito“. Ese concepto temporal tan elástico que hemos perfeccionado para medir desde la llegada del agua hasta la de la ayuda oficial.

Mientras tanto, la ciudadanía descubría innovadoras formas de transporte urbano: autos convertidos en barcos improvisados, toldos vehiculares como islas desesperadas y autobuses transformados en acuarios públicos. Todo un despliegue de ingeniería popular que contrastaba con la parálisis institucional.

Las autoridades federales, en un ejercicio de clarividencia sin precedentes, habían alertado sobre el “inminente desbordamiento”. La advertencia llegó con la misma puntualidad con que llegan los salvavidas cuando ya aprendiste a nadar por las malas.

El Oxxo local, en un acto de solidaridad corporativa, decidió convertirse en sucursal submarina, mientras la Central de Autobuses practicaba inmersión profunda sin equipo especializado. La ciudad entera se sometía a un curso acelerado de vida acuática.

Las embarcaciones de rescate del Ejército, Marina y Policía Estatal mantuvieron una estrategia de suspense digna del mejor thriller: llegaron horas después, cuando el drama ya había alcanzado su clímax y la tragedia su madurez.

En las altas esferas gubernamentales se desarrollaba el complejo arte de la contabilidad líquida: sumar afectados sin mojarse los pies, restar responsabilidades y multiplicar planes de contingencia. El Plan DN-III, el Plan Marina y el Plan Tajín formaban un trío burocrático que navegaba contra corriente en papeles, pero no en aguas turbias.

Mientras los ríos Cazones y Pantepec celebraban su reunión familiar anual en zona urbana, las autoridades seguían sin atinar a contar ni damnificados ni fallecidos. La estadística, al parecer, también se había inundado.

En este gran teatro acuático, la naturaleza demostraba su eficiencia: donde ella pone agua en horas, la ayuda oficial pone excusas en días. Y Poza Rica aprendía, a fuerza de nadar contra corriente, que en México la solidaridad popular nada más rápido que la burocracia estatal.

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