En un acto de heroica abnegación fiscal que ha conmovido a la nación, la Secretaría General de la Cámara de Diputados desmintió categóricamente cualquier rumor malintencionado sobre un incremento en los ingresos de nuestras sacrosantas representantes y representantes populares dentro del Presupuesto de Egresos de la Federación 2026.
Con la solemnidad de un decreto papal, el comunicado aseguró que “la dieta de las diputadas y diputados que aparece en el PEF 2026 es exactamente la misma que se viene pagando en este año de 2025″. Una demostración palpable de que, en medio de la volatilidad económica que afecta a los simples mortales, nuestros legisladores son un faro de estabilidad y austeridad autoimpuesta.
“No hay ni habrá incremento alguno en este rubro ni en ninguna prestación”, recalcó la institución, en lo que solo puede describirse como un monumento a la continencia presupuestal, un voto de pobreza voluntaria que seguramente será estudiado en las academias de ética pública.
El laberíntico manual de las prebendas inmutables
Para disipar cualquier sombra de duda entre la plebe, la Secretaría General de la Cámara Baja desplegó su artillería burocrática, explicando que la cuantía de la dieta se mantiene inalterable, tal y como se consagra en el prolijo Manual que Regula las Remuneraciones para las y los Diputados Federales, Personal de Mando y Homólogos de la Cámara de Diputados, de la Unidad de Evaluación y Control de la Comisión de Vigilancia de la Auditoría Superior de la Federación y del Canal de Televisión del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos, para el ejercicio fiscal 2025.
Dicho compendio, una obra maestra de la filigrana legal que haría palidecer a los escribas medievales, fue publicado en el Diario Oficial el martes 25 de febrero de 2025. Un documento tan claro y accesible para el ciudadano común que, sin duda, es lectura de cabecera en todos los hogares mexicanos, donde las familias analizan con lupa cada cláusula antes de decidir entre comprar medicinas o pagar la luz.
En un país donde los salarios mínimos son una sugerencia y la canasta básica una quimera, es reconfortante saber que al menos un sector de la sociedad puede contar con la certeza inquebrantable de sus emolumentos, blindados contra las vicisitudes por el sagrado principio de la inmutabilidad presupuestaria de la clase política.
				
															
								
															













