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La civilización moderna abandona a un recién nacido en una bolsa de basura

Un acto de deshumanización que revela las grietas de un sistema indiferente.

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En un sublime acto de eficiencia capitalista, la humanidad alcanzó hoy su cénit evolutivo al depositar a una recién nacida en el contenedor adecuado: una bolsa de plástico transparente, debidamente ubicada en el baño de una empresa cárnica. ¿Qué mejor símbolo del progreso que tratar a un ser humano como un desecho orgánico más en la cadena de producción?

La empleada de limpieza, heroína anónima de esta tragicomedia neoliberal, cumplió con su deber al detectar el “error de clasificación”. ¡Un bebé en el piso! ¡Qué inconveniente para la productividad! Afortunadamente, el protocolo de gestión de residuos humanos se activó de inmediato: policías y paramédicos acudieron a retirar el “objeto no identificado” que perturbaba la santidad del orden laboral.

La criatura fue trasladada con urgencia a una clínica, donde seguramente le enseñarán a convertirse en una ciudadana útil: pagar impuestos, consumir y, eventualmente, abandonar a sus propios hijos en el cubo de basura correspondiente. Mientras tanto, la Policía Ministerial investiga con celo cómo alguien osó interrumpir el ciclo virtuoso del abandono institucionalizado. ¿Acaso no sabía que los niños se desechan en los contenedores azules?

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La empresa Sukarne, especializada en procesar cadáveres animales, demostró así que la línea entre el matadero y la sociedad es meramente conceptual. El Anillo Periférico no es solo una vía rápida, sino el circuito perfecto de nuestra descomposición moral. Bienvenidos al futuro: donde los recién nacidos vienen con instrucciones de reciclaje.

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