¿Qué fuerzas operan en las sombras para tomar el control de la principal institución defensora de los derechos humanos en México? La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), bajo la presidencia de Rosario Piedra Ibarra, ha lanzado una alerta pública que va más allá de una queja por críticas mediáticas. En un extenso documento de siete cuartillas, el organismo describe una estrategia coordinada de desestabilización.
La narrativa oficial habla de “grupos de presión mediática” y de ciertas organizaciones de la sociedad civil. Pero, ¿quiénes están realmente detrás? La CNDH apunta directamente a los sectores que, en sus palabras, “se adueñaron del país por décadas”. Estos actores, según la denuncia, utilizan a las víctimas como rehenes en un intento por apoderarse de la Comisión y convertirla en un ariete contra los procesos de transformación nacional. ¿Es esta una lucha legítima por la rendición de cuentas o una batalla política por el control de una institución clave?
El manual del “golpismo blando” aplicado a una institución autónoma
El término utilizado por la CNDH no es casual: golpismo blando. Esta metodología, observada en conflictos geopolíticos, no emplea tanques, sino narrativas. Consiste en minar la credibilidad de una institución a través de campañas mediáticas sostenidas y la promoción de descontento. La pregunta incisiva es: ¿qué evento detonó la intensificación de estos ataques? La respuesta de la Comisión es reveladora: la emisión del Premio Nacional de Buenas Prácticas en Derechos Humanos.
Este galardón, afirma la institución, rompió con un histórico esquema de reconocimientos “clientelares”. Como ejemplo contundente, citan el premio otorgado en el pasado a Isabel Miranda de Wallace, fundadora de “Alto al Secuestro”. Al contrastar ambos premios, la CNDH plantea una línea divisoria clara: una época de complicidades frente a una nueva de supuesta independencia. ¿Fue este premio un acto de genuino reconocimiento o un movimiento político que activó las alarmas de antiguos aliados ahora convertidos en adversarios?
Los números frente a la narrativa: una investigación en datos
Frente a las acusaciones sobre la ineficacia de sus recomendaciones, la CNDH presenta sus cifras para 2025, un intento por refutar las críticas con evidencia concreta. Reporta la emisión de 258 recomendaciones, con un índice de cumplimiento que, según sus registros, muestra 169 aceptadas en su totalidad y 89 cumplidas de manera parcial. Estos datos buscan contrarrestar el análisis de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), al cual la Comisión acusa de operar con “filias políticas y económicas” ocultas.
La conclusión a la que nos lleva este entramado de denuncias, datos y contra-narrativas es significativa. Lejos de ser una simple disputa institucional, la CNDH posiciona su conflicto como el epicentro de una batalla mayor por el alma de las instituciones autónomas en México. La revelación final no es solo sobre ataques mediáticos, sino sobre una pugna por determinar quién define la agenda de derechos humanos en el país: ¿la institución designada por el Estado o una red de actores políticos y económicos que operan desde fuera? La CNDH ha elegrado su trinchera, y asegura que está defendiéndola no de críticos, sino de ocupantes.













