La CNTE convierte el aeropuerto de Mérida en aula de protesta

MÉRIDA, Yuc. — En un audaz experimento pedagógico, dos mil maestros de la CNTE demostraron hoy que la geografía sí puede enseñarse in situ: convirtieron el aeropuerto internacional en anfiteatro de su eterna lección sobre salarios estancados y leyes impopulares. Los pasajeros, convertidos en alumnos forzosos, recibieron una clase magistral sobre logística del caos mientras buscaban sus vuelos entre pancartas y consignas.

Las autoridades aeroportuarias, en un alarde de eufemismo, catalogaron el evento como “retrasos pedagógicos” en 17 vuelos, aunque los afectados lo describieron como “secuestro institucionalizado”. Mientras tanto, las calles de Mérida se transformaron en un laboratorio vivo de física, demostrando cómo 2000 cuerpos pueden ocupar el espacio de 20,000 cuando hay convicción sindical de por medio.

El itinerario de la protesta fue meticuloso: comenzó en una panificadora (símbolo perfecto del magisterio que ya no llega a fin de mes), avanzó hacia el aeropuerto (metáfora de las aspiraciones que nunca despegan) y culminó frente al Palacio de Gobierno (monumento a los diálogos sordos). Los docentes, en un guiño posmoderno, bloquearon calles con carpas como si recrearan el campamento de Waterloo, pero con wifi y lonchera sindical.

La adhesión de universidades añadió un toque académico al circo: la Universidad de Oriente y tres tecnológicos se sumaron a la huelga, demostrando que cuando se trata de no dar clases, la educación básica y superior finalmente encuentran puntos en común. Sus demandas —aumento del 100% y derogación de leyes— resonaron con la contundencia de quien pide la luna sabiendo que le ofrecerán un queso.

Tras cuatro horas de performance sociopolítico, los maestros abandonaron el aeropuerto no sin antes dejar una lección implícita: en México, las únicas rutas que siempre operan a tiempo son las de la protesta. Los pasajeros, ahora expertos en pedagogía del conflicto, pudieron finalmente abordar sus aviones llevando como equipaje de mano una verdad incómoda: cuando la educación se moviliza, el país se paraliza.